lunes, mayo 29, 2006
sábado, mayo 27, 2006
Lost. 2º Finale.

Para mí Lost supone un gratísimo disfrute, pero sobre todo una inestimable fuente de desarrollos imaginativos y especulaciones posteriores al religioso visionado periódico de cada nuevo episodio –única serie ahora mismo que ejerce tal poder de atracción sobre mí que me obliga a llevarla al día: las temporadas de The West Wing, Arrested Development, Prison Break y The L Word que mantengo estancadas "porque tengo más cosas que hacer" no pueden decir lo mismo–. No experimentaba tal nivel de adicción televisiva desde grandes glorias como Twin Peaks, The X Files o Six Feet Under.
Y no es porque Lost sea de la misma calidad, en gran parte debido a los altibajos que puede presentar entre capítulos, aunque eso es algo que en la segunda temporada ha desaparecido casi por completo. Es la posibilidad de especular y elaborar hipóteis, bucear en las mil referencias similares contenidas en tu mente y compararlas por analogía a la de los guionistas, lo más importante de la serie no está en los capítulos, sino a lo que incitan. Referencias a la ciencia-ficción, la mitología griega, el cristianismo, la historia de la filosofía, el budismo, la cultura popular y la literatura fantástica, entretejidas en pequeños detalles y tramas ligeramente transitadas. También está la extrema descarga de adrenalina –este verano empezaré con 24 para, si procede, comparar–. Y el factor canadiense, claro.
El caso es que la segunda temporada ha finalizado por todo lo alto, una guinda muy en la línea de la estable calidad de la serie este año. Consistente, cómo no, en la resolución de enigmas hacia delante, sepultando los antiguos a base de diez nuevos más intrigantes. Si hay para quienes el episodio doble final ha resultado decepcionante, para mí ha cumplido todas las expectativas que tenía puestas en él. 80 minutos llenos de frenética tensión, un ritmo excelentemente llevado y un endiablado acierto en la inserción de los flash-backs, que esta vez sí son tan importantes como lo que ocurre en la isla. Por supuesto, cada vez que el nombre del co-creador Damon Lindelof aparece en los títulos de crédito como guionista se sabe que el episodio va a ser impactante. Desde luego, se trata de una serie que a quienes no les entusiasmen los giros de guión –y, en ocasiones, giro y media vuelta– no creo que les haga mucha gracia. A mí me apasiona. Y el final de la segunda temporada más, todo un salto narrativo que da más vértigo que otra cosa.
Lo cual me lleva a reflexionar sobre los supuestos riesgos que corre una producción de este tipo en una cadena como la ABC. La tercera temporada se presenta como inenganchable para alguien que no haya seguido la serie anteriormente, es posible que la parquedad de los guionistas a la hora de avanzar explicaciones exaspere a los impacientes y abandonen, el grado de complicación que está siguiendo se salga demasiado de los patrones televisivos masivos habituales, etc. Solamente espero que el respaldo de la audiencia sea el suficiente para que todo termine resuelto de forma coherente y también no demasiado para que no sufra el efecto chicle de alargamiento en innumerables temporadas en pos de ingresos y en detrimento de todo lo demás.
En fin, lo malo de haber seguido esta temporada en paralelo a la emisión USA es que se me presenta todo un verano por delante de síndrome de abstinencia, elucubraciones infinitas y teorización de validez efímera.
martes, mayo 23, 2006
Cannes 2006 Dispatch 01
martes, mayo 16, 2006
Golden Marlango

lunes, mayo 15, 2006
Cannes vende
miércoles, mayo 10, 2006
Godard te enseña / Cap. I
lunes, mayo 08, 2006
Últimas oportunidades soviéticas
¡Jóven proletario madrileño, no dejes pasar la oportunidad de asistir al mayor evento expositivo de la capital que finaliza el domingo día 14! Deja por un día de dedicar tu tiempo de ocio y esparcimiento mental al break-dancing antihegemónico en las estaciones del suburbano o a la escritura de poesía constructivista en los espacios verdes y acércate al museo (ay) privado de la (ay) baronesa Carmen Thyssen-Bornemisza, a quien su acaudalada aristocracia sin embargo no le impide tener un mínimo de conciencia ecologista, lo cual la aleja ligeramente de la podredumbre burguesa –eso y que con el carnet de estudiante hace descuento–. Allí encontrarás las más grandes representaciones artísticas de la Rusia de la primera mitad de siglo, en forma de brillantes composiciones cubofuturistas cargadas de movimiento para el avance tecnológico, el rayonismo de Lariónov y sus infinitos haces de luz, tantos como los integrantes del pueblo revolucionario que aspiran al poder, el suprematismo geométrico de Malévich, la poesía figurativa de Chagall y Filónov y la abstracta de Kandinsky, el organicismo de Matiushin, tan natural como la colectividad de los medios de producción. Como remate, una moderna reconstrucción de la impresionante Torre Tatlin proyectada para alojar la sede de la Tercera Internacional y que a buen seguro hizo que los franceses se unieran a la Triple Entente contra el glorioso Ejército Rojo para evitar la humillación de que su Torre Eiffel fuera rebasada por una espiral de hierro y acero símbolo del triunfo del pueblo. Además, tal y como ya se reseñó en esta moderna bitácora, también se muestran numerosos ejemplos de la eficiente industria de propaganda soviética, fotografías de Ródchenko, diseño gráfico de vanguardia y portadas para discos musicales de (ay) los hijos del imperialismo.
Si además tu soviética sed de cultura y activación de la conciencia social te pide más ejercitamiento y desarrollo de tus rodillas y globos oculares, la podrida fundación filofranquista Joan March también clausura este domingo su exposición de pinturas del artista alemán Otto Dix. Sé que ya no está en vigor el pacto del 39 y que el invasor nazi debe ser destruido como en la gloriosa Stalingrado, pero Dix, pese a su forzada pertenencia a la milicia popular, ha sido desprestigiado por el aparato nazi, por lo que a buen seguro sus pinturas expresionistas servirán para comprender mejor las barbaries de la guerra a la que llevan al pueblo el nacionalsocialismo y los sucios capitalistas que no soportan el triunfo económico y espacial de la URSS.
Como la capital entre socavón revolucionario y zanja planificada –planes de obras quinquenales destinados a brindar de trabajo al proletariado bolchevique y utilizar el valor de la plusvalía en el beneficio colectivo de la población (especialmente si son patronos de construcción)– tiene un buen número de galerías artísticas, la fundada por la institución monopolística de telefonía y telégrafos, el Centro de Arte Fundación Telefónica, acoge una también muy interesante exposición de fotografía del español Chema Madoz. Esta no termina hasta el día 21 y es una ocasión excepcional para el despertar intelectual gracias a la gran cantidad de juegos visuales y de significado con las imágenes que crea el autor, explorando los límites de la ficción inherente a la fotografía, la imagen y, por supuesto, el lenguaje.
Eso es todo por el momento. Aunque para disfrutar de estas grandes obras que deberían ser patrimonio cultural de todo el pueblo y ser eficientemente exhibidas por el Estado –recogiendo la cantidad mínima de capital dedicada a la restauración, conservación y corrupción solamente esenciales– sea necesario poner el pie en instituciones capitalistas, a buen seguro el atrevimiento valdrá la pena. Esperamos volver con más recomendaciones soviéticas antes de que la filmoteca se decida a programar un ciclo dedicado a Sokurov, ahora que se ha doblado el precio de entrada como maliciosa maniobra para impedir que la masa sedienta de aire acondicionado pueda acceder a las grandes obras cinematográficas sin una concienciación previa.
lunes, mayo 01, 2006
/b/idania
En 2006 la gran formación guipuzcoana La Buena Vida publica su séptimo album, Vidania, siguiendo su estilo de pop natural, suave, cotidiano, también en lo alto de un camino, siguiendo la llanura marcada por Álbum hace tres años tras los picos –de su carrera y del pop español– de Soidemersol y Hallelujah. Irantzu susurra con aroma a cannabis, la claridad de las letras hace que calen hondo inmediatamente, los estados de ánimo se pasean por nuestra ensoñación y van desde la dulce amargura de unas Calles y avenidas empapadas de lluvia salada hasta el desbordado romanticismo reposado de La mitad de nuestras vidas... Vale que puede no ser un disco perfecto, tener tropiezos ridículos como los de tender la ropa y algunas letras ser más flojas, pero la cantidad de grandes temas es generosa, la voz de Irantzu tan fantástica y evocadora como siempre y el buen gusto en la elección del nombre del disco –¿quién no se enamoraría de una chica llamada así?– y su portada hacen que entre ya en el grupo de lo mejor del año. No casualmente haciendo compañía a Belle & Sebastian.