No deja de ser curiosa, a la par que lamentable, la raquítica distribución que ha tenido la última película de Michel Gondry en nuestro país. Esto duele especialmente cuando se trata de un producto tan cuidado y mimado como
Be Kind Rewind, muy parejo a
La science des rêves en cuanto a irregularidad y capacidad de fascinación. Gondry gana puntos como guionista construyendo una historia más colectiva que la monorreflexiva y profunda epopeya amorosa por la mente de Gael García Bernal e introduciendo algún que otro detalle de gran calado social. Porque, ante todo,
Be Kind Rewind es una película política, de las que siguen a rajatabla la máxima godardiana que pedía no hacer cine político, sino políticamente cine. La cuestión radica en desde dónde lanza su mensaje subversivo de proclamar el versionado individual y grupal de los productos de la industria cultural como única salida al tedio, hastío y aburrimiento contemporáneos.
La introducción del neologismo "sweded" para denominar a estas versiones personales y caseras de unos escasos 10-20 minutos de duración de los relatos ya consagrados por Hollywood es un reflejo directo de la generación YouTube, lanzada a colgar sus realizaciones contando solamente con su ingenio y escasez de medios, pero también el acercamiento cómplice por parte de su audiencia global. Como hablábamos hace unos meses en el rincón de
Alvy, el post-relato masivo de gente como Damon Lindelof y Carlton Cuse se sustenta en un conocimiento de los resortes ficcionales y las posibilidades del relato por parte del público sin parangón en el medio televisivo más allá de los productos Whedon. La corriente de "ya damos por hecho que conoces más o menos cómo va a ir la historia, así que en lo que nos centramos es en la forma" ha experimentado una gran presencia en el medio cinematográfico en los últimos años a través de una heterodoxa multitud de vías complementarias:
[REC] y
Cloverfield subjetivizan al máximo dos subgéneros clásicos del terror, Darren Aronofsky y Nacho Vigalondo en sus dos últimas obras sacan un Todo Sobre El Amor Y La Muerte de una fábula narrativa que cabría en un Post-It,
Shoot'em Up constituye el mejor acercamiento del cine al mundo del videojuego
(1) desde
Lola Rennt o
Demonlover —nótese que ninguna de ellas es una adaptación "oficial" de un videojuego que la precediera— y no hay que olvidar los ríos de tinta virtual que no hace tanto provocó
Death Proof.
Las cintas que Jerry (Jack Black) y Mike (Mos Def) graban para ofrecer a los ociosos clientes de su videoclub interpretando escenas de las películas que demandan no dejan de ser un paso más dentro de esta escalada del self-made audiovisual. En primer lugar resulta significativo cómo la primera de las películas en ser sweded ("suecadas" en traducción española) tiene como finalidad engañar a una anciana (Mia Farrow) si da la casualidad de que no nota la diferencia, cuando luego el verdadero éxito de estas cintas viene precisamente de que los espectadores son conscientes, para bien, de esa diferencia. El modelo de aficionado de videoclub, sobre todo en uno añejo como el retratado en la película, se apoya con fuerza en la revisión y re-alquiler de sus películas favoritas, que ve unas cuantas veces y casi se conoce al dedillo. Ahí ya tenemos el conocimiento del relato. Sin embargo, se puede afirmar que el DVD y la cultura P2P han acabado con estas prácticas. ¿Quién necesita ejecutar el ritual de bajar al videoclub a alegir una película guiándose por cientos de carátulas expuestas en mosaico —esto ya lo empezaron a horadar los buzones 24 horas con su exhibición digital y no analógica del catálogo del establecimiento— cuando tiene al alcance de un click la mayor filmoteca que ha conocido la humanidad? Retruecando a Marcuse, si la realización anula las premisas, el acceso aniquila la adoración. Tanto por ver y tan poco tiempo. Como para andar repetiendo hasta saberte los diálogos de memoria. Miike no es capaz de ver una película entera sin hacer zapping por si se está perdiendo algo en otro canal y lo refleja en su cine desquiciado, la política de citas literarias de Godard invita a leer sólo páginas sueltas de las grandes obras. Las películas se recuerdan por ciertas escenas, el resto es excipiente intercambiable entre productos
(2). ¿Por qué una
GhostBusters de 100 minutos cuando todas sus escenas memorables no ocupan más de media hora? ¿Cómo dialoga esta idea con las pretensiones de Hollywood de hinchar cada vez más la duración de sus blockbusters hasta hacerlos mastodónticos? Gondry lo tiene claro y personifica en el personaje de Sigourney Weaver a la Industria, desconectada de las necesidades del público, fría, arrogante y victimista ("ahora es cuando siempre quedamos como los malos"), pero muy efectiva.
No me olvido de lo que había dejado caer al principio: el lugar desde el que Gondry hace su discurso.
Be Kind Rewind no deja de ser en esencia una película retrógrada y reaccionaria, como los mejores
Capra. Solamente así puede entenderse esa visión hiper-nostálgica y naive de unos tíos que se niegan a abandonar mentalmente los ochenta. También hay algo de eso en el retrato del barrio y de sus gentes, que queda redimida por la captación que llega a hacer el director francés de ese ambiente para meterlo del todo en el núcleo de la película y culminar con una emocionante
Block Party. Un elogio en toda regla de las pequeñas comunidades en resistencia contra los procesos de homologación global.
Si las sweded movies participan de ese conocimiento por parte del público de las películas originales a las que se refieren, si bien no preciso sí icónico —observen las escenas concretas que se elige representar en el plano-secuencia en el que Gondry se autocita
Lucas with the Lid Off y lo significativas o no que resultan para el desarrollo de las películas en cuestión pero lo indudablemente conformadoras del recuerdo colectivo que son—, y su necesaria selección de secuencias que reinterpretar se fundamenta en motivos de presupuesto, medios y formato, no deja de ser tentador citar al McLuhan de "el medio es el mensaje". Precisamente el
en un principio tan estimulante proyecto lonelygirl15 lleva un buen tiempo embarrado en las prerrogativas de esa asunción. Desde que se destapó el carácter ficcional de todo el asunto la serie ha tomado una deriva manierista —además de una absurda y completamente delirante trama— a la que se le ven demasiado las pretensiones de negocio con
entregas vacuas y burdas fórmulas de captación de suscriptores (00:54) aunque
alguna que
otra vez conserve destellos de lo que una vez fue.
Be Kind Rewind niega a McLuhan y, dentro de su lógica de sentirse más cómoda en el pasado ideal, va más hacia atrás en busca de apoyo teórico. Lo encuentra en
El narrador de Walter Benjamin y la evocación que hacen todos los personajes de la historia del músico Fats Waller. Esta leyenda del jazz, tomada como base para el tour de force del barrio en lucha por evitar la demolición del edificio del videoclub, supone una vuelta a las narraciones tradicionales del lugar, una vez que sus habitantes han sido despreciados y maltratados por una industria cultural celosa de que sus historias sean contadas de otra forma que no sea su manera. La estancia de Fats Waller en el edificio, tan dudosamente real como realmente mítica, se convierte en una película de autoría colectiva que se enriquece con las aportaciones individuales de cada participante de la misma forma que la narración oral de Benjamin se acomoda a las reacciones y aportaciones de sus oyentes. Y es que no hay que olvidar que la película de Gondry, aunque utilice los modos del presente para reivindicar un pasado inalcanzable, es ante todo un canto al poder ilimitado del cine, como se ve en la proyección final cuando es reflejada en las atentas miradas de asombro de sus espectadores. Un medio de expresión que, si se usa con el mimo y ternura necesarios —dos cosas de las que Gondry parece saber bastante— aún tiene cosas que decirnos sobre nosotros mismos.
N.B. — A señalar lo a contrapié que ha pillado la cinta a gran parte de la juventud cinéfila por su anti-coolismo desbocado. No es ya solo el naftalínico mensaje garciano, sino un reparto (Jack Black, Mos Def, Danny Glover, Mia Farrow, Sigourney Weaver) que dejaría noqueada a Sofia Coppola. ¡Y en el mismo año que Johnny Greenwood pone música a la Gran Historia Norteamericana! ¿Salvará a Gondry la evocación de Bill Murray como Cazafantasma de ser el nuevo ídolo gafapasta caído?
(1) — Los
hay mucho más connoisseurs del mundillo que servidor, un casi neófito en la materia, pero me da que el videojuego (junto al cómic de Frank Miller) es uno de los campos más exclusivamente basado en la querencia por el post-relato.
(2) — Las dos últimas películas de Cronenberg —
A History of Violence y
Eastern Promises— precisamente son tan crudas y certeras porque van sin relleno de ningún tipo; dos historias puras con una economía de secuencias impresionante.