sábado, octubre 28, 2006

Apuntes sobre L'intrus


Opinar y escribir sobre L'intrus resulta tan difícil como evitar hacerlo, pues su enigmática naturaleza y composición se asienta en el interior del espectador, convirtiéndose así en su intruso particular, y le persigue durante días después de la contemplación de la película. Contemplación, porque no creo que el último y mejor trabajo de Claire Denis deba ser abordado como una cinta narrativa tradicional, precisamente porque supone un fascinante cambio de rumbo en cuanto a los parámetros y recursos narrativos del relato audiovisual. En vez de poner en relación los diferentes planos, ordenando las imágenes de forma que sean reconocibles por el espectador como integrantes de una historia, aquí el montaje se hace evidente con fuerza cortante y fragmentadora para arrebatar algunas de las piezas –o trozos de piezas– necesarias para formar el puzzle completo de la película. Utilizando la terminología de Jakobson, el montaje deja de lado las relaciones sintagmáticas y se convierte en agente fundamental de las paradigmáticas.

Ante la carencia de asideros narrativos y dramáticos durante la mayor parte del metraje y la rica variedad de escenarios –desde los gélidos bosques del Jura francés hasta las evocadoras islas de los mares del sur, pasando por Ginebra en Suiza y Busan en Corea–, la fuerza de unión y progresión entre las secuencias es sensorial, atmosférica, cambiante con el escenario y salpicada por unos increíbles acordes de guitarra cortesía de Stuart Staples (Tindersticks) –magistral punto de encuentro con otra película personalísima, de su amigo Jim Jarmusch, que también refleja el viaje existencial de su protagonista masculino hacia el mar, Dead Man con las notas de Neil Young–.


El cine de Claire Denis es uno de los más obsesionados por el cuerpo humano, hasta llegar al punto de haberlo convertido en quizás el eje narrativo más reconocible de L'intrus, la materialización física e inevitable que el tiempo firma en los cuerpos como señal de su paso. Por una parte, los flash-backs integrados por imágenes de la película Le reflux de Paul Gégauff, que evocan el anterior viaje del protagonista a Tahiti y presentan a un joven Michel Subor al que durante el resto de película podemos ver cómo ha ido moldeando el tiempo en unos 40 años; y por otra, la cicactriz producida por su operación de transplante de corazón, que evoluciona y se transforma en el torso de Subor a medida que éste avanza en su viaje.

L'intrus también es una obra, una experiencia narrativo-sensorial, que puede admitir tantas visiones y puntos de vista como espectadores, pues aunque sea necesario llegar hasta el final para intentar unir y conjugar los distintos fragmentos de la historia que tenemos, unos cuantos quedan completamente libres a nuestra imaginación. El conjunto completo como máximo solamente podrá ser intuído. Se convierte en una película interactiva, que llama al espectador para que la complete. El estilo formal de Denis, denominado por el crítico Saad Chakali como "montaje en archipiélago" y que aquí alcanza su, de momento, máxima expresión, es la puerta para una narración basada en los cambios atmosféricos, plásticos, sensoriales y la elipsis constante y abrupta, que demanda su propia hermenéutica, llamada a navegar por todos aquellos espacios de océano que quedan entre las islas.

martes, octubre 24, 2006

The Black Dahlia


La última y tremendamente esperada película de Brian De Palma, adaptación de una de las novelas más emblemáticas de James Ellroy, y que le daba la oportunidad para volver una vez más sobre Vertigo –película sobre la que gran parte de su obra puede ser considerada como una tesis en continuo progreso–, empieza y se mantiene con muy bien pie prácticamente hasta sus últimos 20 minutos, donde todo se acelera de forma bastante bochornosa y choca de lleno con lo conseguido anteriormente empañando su recuerdo. Adaptar la brillante prosa de Ellroy todos sabemos que es arduo y complejo, pero los primeros momentos de La Dalia Negra van como la seda con una narración depurada al límite donde todo lo que se cuenta tiene un lugar fundamental en la trama –al estilo de Cronenberg en A History of Violence, cualquier accesorio o digresión están limados y eliminados del montaje final–. Sin embargo, resulta del todo grotesco el acelerado tramo final en el que las explicaciones criminales for dummies se agolpan sin sentido como si de un telefilmesco y formulario episodio de Se ha escrito un crímen se tratara. Solamente se me ocurre como explicación la desidia del guionista encargado de la adaptación, que en un determinado momento parece aburrirse de su trabajo y decidir despacharlo deprisa y corriendo en dos líneas.

Pero bueno, a pesar de que Josh Harnett resulta realmente ridículo en su papel de "tipo duro" con un físico –y una edad– nada apropiados para interpretar a un tío derrotado y de físico castigado como Dwight Bleichert, aún es posible relajarse y disfrutar con algún que otro momento de exquisitez formal, si bien es cierto que muy contados y alejados de los torrentes más manieristas del director. Johansson, Swank, Eckhart, todos dan más o menos bien el pego en sus funcionales papeles, siendo Mia "Exotica" Kirshner una vez más en su carrera la mirada triste que más brilla.

En resumen, un De Palma muy contenido, flojo, casi cotidiano, que choca de pleno con su excesivo, formalista, amanerado, climático, ejemplar y brillante anterior trabajo, Femme Fatalle y que no puede evitar dejar la sensación de oportunidad perdida para adaptar a lo grande una de las mejores novelas negras contemporáneas. Pero no seré yo el que niegue que merezca ser vista y disfrutada en sus virtudes.

domingo, octubre 22, 2006

Vers Denis

Esta semana llena de ajetreo que prácticamente no me ha permitido pasar por mi casa más que para conciliar unas escasas horas de sueño ha tenido muchas y variadas recompensas, pero la más significativa fue sin duda asistir a un encuentro con la grandísima Claire Denis. La cineasta francesa, formada en la informe amalgama de la post-nouvelle vague, ha conseguido con la realización de obras como Beau travail, Trouble every day y, sobre todo, ese bastión seminal para una nueva narrativa, L'intrus, confirmarse como la directora más importante de la nueva generación de cineastas franceses. Así como gran parte de su obra fílmica refleja un gran interés por el cuerpo humano, mostrado desde su bella plenitud hasta lo decrépito del envejecimiento, la propia presencia física de su persona es verdaderamente impresionante, llena de fuerza y expresividad, con una gran facilidad para transmitir desde la alegría hasta la nostalgia amarga. Muy anecdótica y divertida, relató su proceso de formación al lado de directores como Jacques Rivette, Wim Wenders o Jim Jarmusch, así como algunas de las claves estilísticas de su cine, el sinérgico trabajo con Agnès Godard, o su política de montaje fragmentado que, por difícil de creer que parezca al contemplar su obra, dice ya estar reflejada en el guión. Con un discurso muy accesible y cercano reflexionó sobre sus influencias y finalmente terminó emocionada recordando la reciente muerte de Danièle Hulliet mientras se proyectaba un fragmento de Onde jaz o teu sorriso?.

L'intrus

Dado que ni una sola de las películas de esta mujer ha sido estrenada en nuestro país, animo a todos los madrileños para que aprovechen la oportunidad y se acerquen a La Casa Encendida y el ciclo retrospectivo que empezó a proyectarse este miércoles. Se encontrarán con un cine alejado de las convenciones narrativas tradicionales, que apuesta por la atmósfera y la fragmentación de la imagen, la escasez de diálogos y los punteos de guitarra. L'intrus, la última y más radical de sus propuestas, puede convertirse en toda una experiencia narrativo-sensorial en la que el argumento simplemente llegue a intuirse al final de la película, atípica evocación de un viaje desde el Polo Norte hasta los Mares del Sur. Como un Memento o Mulholland Drive pero sin libro de instrucciones dentro del propio film –en breve volveré sobre ella en este mismo blog–. Al resto, les digo que gran parte de su filmografía se encuentra disponible en los pastos verdes, así que ya saben lo que hay que hacer. Para los amantes del cine de género, quizás les resulte más que interesante Trouble every day, una historia de caníbales nada convencional y con un buen puñado de las obsesiones de la directora, como obviamente la obsesión física por el cuerpo y la carne.

Trouble Every Day

lunes, octubre 16, 2006

Juliette & The Licks



Tan solo con sus decisivas interpretaciones en el remake scorsesiano de Cape Fear y el delirio anfetamínico de Stone en Asesinos natos la joven Juliette Lewis alcanzó automáticamente el estatus de icono generacional y musa del cine independiente, algo que su posterior participación en Strange Days y Abierto hasta el amanecer no haría más que confirmar. Si bien es cierto que tras el final de los noventa su faceta como actriz no ha tenido ya tanta repercusión, aunque ha seguido dejándose ver en películas tan dispares como Old School y Blueberry, la final consagración de su vertiente musical en la conformación del grupo Juliette Lewis & The Licks ha dado lugar a un más que interesante grupo que añadir al punk revival que nunca ha terminado de cuajar.

...like a bolt of lightning y You're speaking my language, sus dos primeros discos, son una divertida colección de canciones frescas, enérgicas y rabiosas, que parecen preludio de unas actuaciones en directo que derrochan pasión y entrega. Ahora el grupo se encuentra presentando su último trabajo, Four on the floor, destinado a ser su consagración definitiva que permita reconocerle más allá de mero apéndice de la carrera interpretativa de su cantante. El caso es que este martes estarán tocando en la Sala Heineken de Madrid y mi saturadísima de ocupaciones varias semana entrante me va impedir ir a saltar y botar con el desenfado punk de Juliette y sus probables covers de Iggy Pop. Recomendado queda. Además, si se repite la experiencia del Azkena Rock, no es como para perderse que esta muchacha se te tire encima.

jueves, octubre 12, 2006

El Laberinto Del Toro



No es que Guillermo Del Toro sea uno de mis directores predilectos, pero por lo general sus proyectos suelen despertar mi interés gracias a su contrastada habilidad tanto detrás de la cámara como en la creación de atmósferas y lo interesante de sus aportaciones al género fantástico. Sin embargo, a falta de ver Cronos y Blade 2, aún no me ha parecido que ninguna de sus películas terminara por dar un acabado perfecto y cerrado a sus planteamientos iniciales –especialmente doloroso me resultó el ridículo final de HellBoy–, y el caso de la nueva El Laberinto del Fauno no ha sido una excepción. Del Toro remite a la atmosférica El espinazo del diablo con la utilización de elementos ya explorados en aquella, conformando la segunda parte de lo que parece será una trilogía sobre la guerra civil española y la fantasía cotidiana; pero, una vez más, no consigue que la imbricación entre oscura fantasía y negra realidad fluya con naturalidad. Si bien todos y cada uno de los aspectos técnicos de la cinta están perfectos, sobresaliendo en dirección artística, maquillaje y fotografía, y las interpretaciones son muy apropiadas –salvo una Ariadna Gil incomprensiblemente perdida–, es al guión al que parecen faltarle más de dos hervores debido a unos cuantos cabos sueltos e incoherencias sin resolver. Quizás otro de los aspectos que más llamen la atención sea la escasez de elementos puramente fantásticos –que maman, Carroll en las alturas, de un típico esquema de progresión/superación utilizado en Labyrinth o Harry Potter y el Cáliz de Fuego, p.ej.– en comparación con las escenas que reflejan la lucha entre los maquis y las tropas franquistas, algo que no importaría en absoluto si no fuera porque parece haberse desaprovechado la oportunidad de profundizar o expandir tan atractivo universo onírico por reiterar unas doscientas veces lo malo y perverso del personaje interpretado por Sergi López. Interesante por lo oscuro y violento de su historia y el ya mencionado sobresaliente diseño artístico, pero fallida y con sabor a decepción al fin y al cabo. Una sensación final demasiado similar a la experimentada tras Tideland de Terry Gilliam, con la que comparte tanto espíritu como carencias.

sábado, octubre 07, 2006

San Sebastián 2006 (II)



El primer contacto con la edición del festival de este año resultó ser un menú muy prometedor, sobre todo para lo que, escépticos de nosotros, temíamos encontrarnos.
Tom DiCillo fue uno de los directores más importantes del cine independiente norteamericano de los 90 y, no menos reseñable, el director de fotografía de Stranger than Paradise de Jarmusch. Su película Delirious es una sátira no todo lo incisiva que podría esperarse sobre el mundo del famoseo y los paparazzis. La falta de acidez, así como determinados momentos de excesivo azúcar, se ven compensados por las presencias de Steve Buscemi y Michael Pitt como protagonistas. La apertura con la canción de The Dandy Warhols es cojonuda, eso sí.

Ese mismo día pudimos ver la mejor película del festival, Lo que sé de Lola, de la que ya os hablé –y que junto a Volver, Remake, Honor de cavalleria, AzulOscuroCasiNegro e incluso Salvador conforma un año más que destacable en lo referente a la producción nacional–, y conocer a su director Javier Rebollo, todo un oasis de sedimentada sabiduría cinéfila entre nuestros ruedapelis patrios. Es tan loable su intención de huir de las interferencias cinéfilas en su obra como su reconocimiento de la imposibilidad de conseguirlo del todo, pues siempre hay algo de lo que has visto, leído, etc. y te ha marcado inscrito en tu subconsciente dispuesto a salir cuando es a ti a quien le toca plasmar emociones.

En este festival llegó el momento de que me desvirgara con el director vivo que más años lleva en activo, todo un dinosaurio como don Manoel de Oliveira, que con Belle Toujours realiza un simpático apéndice a la notable Belle de Jour de Buñuel. Aunque tenía mis comprensibles temores la experiencia fue del todo satisfactoria, reconozco que ayudada por la ajustada duración de la película. Si bien la cinta tiene el, para mí, acierto de no aportar nada a la obra buñueliana sí que es un excelente acercamiento a las constantes del cine del portugués: largos diálogos intercalados con largos silencios, realmente pausado ritmo narrativo y un peculiar sentido del humor.



Otra de las películas más sobresalientes que se pudieron ver fue The boss of it all, el nuevo trabajo de Lars Von Trier. El genial danés ha hecho una comedia intrascendente y divertidísima como base para la experimentación con el sistema de Automavision, consistente en la anárquica disposición de la cámara y toma de sonido que crea encuadres absurdos, cambios en la iluminación y el volumen de los diálogos, etc. Una vuelta a la experimentación del cine como juego que a buen seguro le valdrá las críticas de los de siempre, si es que esta vez no se detienen ante la estupenda comicidad del guión. Además, la película sirvió para comprobar que, a veces, Nawja Nimri ríe. En susurros, claro.



Bosque de sombras, la opera prima de Koldo Serra, no deja de ser un homenaje al cine setentero, desde el Peckinpah de Straw Dogs hasta el spaghetti-western, pero... ¡qué demonios! Está excelentemente rodada sin florituras, los lluviosos bosques de Artikutza permiten crear una atmósfera estupenda y todos los intérpretes están sobresalientes en sus papeles. El principal problema es la sensación de repetición, no aportar absolutamente nada nuevo al género más que una demostración de conocer bien sus mecanismos. Hay que esperar con interés la evolución del director.



En un principio el proyecto Paris je t’aime tenía su gracia como segunda actualización de la sesentera Paris vu pair..., pero al final se ha quedado en una colección de esbozos anecdóticos en el mejor de los casos (Cuarón, Tykwer, Natali, Assayas –en lo que prácticamente parece una escena descartada de Finales de agosto, principios de septiembre–, Coen, ¡Coixet!) y de tonterías aborrecibles en el resto. Para ver el inicio de distintas historias de amor en la ciudad de las luces –¡y en las que se vea la ciudad de verdad!–, muchísimo mejor la joya rohmeriana Les rendez-vous de Paris, garantizado. Para sus fans que sé que leen este blog, el segmento dirigido por Gus Van Sant es una piltrafa, precisamente por carecer del belatarrismo de sus últimos largometrajes.



Aparte de por DiCillo, el cine indie estadounidense tenía su característica representación recién llegada de Sundance en Little Miss Sunshine, que empieza siendo la enésima repetición de la misma fórmula temática que tan buen resultado viene dando en el festival de Robert Redford –conjunto de personajes/familia disfuncional– y termina por estropearse con una excesiva atmósfera de producción Disney con cucharadas de moraleja y momentos verdaderamente sonrojantes. Por el camino hay tiempo para gags estupendos y el disfrute con el genio cómico de Steve Carrell.

Genio cómico del que carece por completo Click, que fue presentada en Donosti por su director y los actores principales (imagen subjetiva). Dejemos a un lado el indigesto y pringoso mensaje capriano de la película y centrémonos en la gran estrella, David Hasselhoff, quien pareció tomarse su aparición en San Sebastián con el mismo espíritu de sus cameos en Dodgeball o la película de Bob Esponja. Visiblemente alterado en su comparecencia ante los medios, gafas de sol mediantes, la irrupción de The Hoff en la sala de prensa fue chapurreando en español distintas expresiones y saludos a voz en grito –una gran demostración de cómo tiene asumido nuestro comportamiento en el extranjero–. Toda la retaíla de caras, muecas y gestos que hizo durante la rueda de prensa mientras era fotografiado al tiempo que hablaban sus compañeros no habrían pasado de vacía anécdota de no ser porque en cierto momento arrancó en un amago de bailar que terminó en canto del famoso hit-parade por el que es conocido el folclore español más allá de nuestras fronteras, la Macarena. Ante tal ambiente, normal que cuando Kate Beckinsale –que se había estado paseando por la playa con sus tacones super-fashion– recibió preguntas de un periodista inglés se sintiera descolocada. Quizás ya no tanto que empezara a hablar de su vida sexual, pero esa es otra historia.

Y poco más que añadir, sólo que la ganadora que pude ver, Half Moon de Ghobadi es tan blandurria como Las tortugas también vuelan, pero en esta ocasión además intrascendente y con soporíferas ínfulas poéticas. A evitar en cuanto se estrene con el bombo de la Concha. En cuanto a la francesa Mon fils a moi, proyectada en los días anteriores a mi llegada, todo lo oído al respecto –salvo por parte del jurado, claro– era malo como poco, pero el hecho de contar con toda una señora actriz como Nathalie Baye ya hace que quiera verla.

Por consideración con los lectores y por lo ladrillero que ha resultado el post –qué le voy a hacer, el gancho de Hasselhoff solamente daba para una partición– me he limitado a mencionar únicamente las películas rescatables. Del resto, creedme, cuanto menos sepáis mejor. Ahora toca esperar que para el año que viene las cosas cambien, la organización abra un poco los ojos, entre sangre nueva o los patrocinadores den dinero de verdad, pero o se ponen las pilas con las películas o Roma le va a poner las cosas verdaderamente difíciles. Aunque la ciudad y los txakolis siempre estarán allí para nosotros, claro, pero esperemos que no hagan que el (buen) cine se quede en mero secundario.

jueves, octubre 05, 2006

San Sebastián 2006 (I)

La cita anual con San Sebastián a finales de septiembre es un acontecimiento que trasciende la peregrinación con ansias de deguste cinematográfico y se integra con una experiencia vital en una de las ciudades más fantásticas de Europa. "¡Afortunadamente!", llegan a pensar en varias ocasiones muchos de los avezados asistentes habituales de cada año, sobre todo teniendo en cuenta la deriva del festival en sus dos últimas ediciones hacia el cine cómodo, blando y formulario. Los atractivos de Donostia son numerosos, variados y de miradas intensas, pero como este es un blog serio y de divulgación, ejem, dejemos la crónica social, los txakolis, los recodos sombríos del monte Urgull, los pintxos de alcachofa, la húmeda niebla nocturna del casco viejo y la atmósfera del paseo marítimo a un lado para centrarnos en el cine. La decisión de que este sería un año relajado dado que la selección de películas por parte de la organización no propiciaba los ataques de gula cinéfaga resultó del todo acertada al permitir que la mayoría de las películas que pasaron la criba personal para ser vistas han tenido su interés, y solamente unas pocas constituyen basuras absolutas.



Sin lugar a dudas la mejor de todas las películas proyectadas y vistas fue Lo que sé de Lola, opera prima del cortometrajista Javier Rebollo, que supone toda una aproximación a la esencia del cinematógrafo desde una ética bressoniana. Una imposible historia de amor a través de la observación y la mirada, sin psicologismos ni imposiciones sentimentales, narrada íntegramente a través de planos fijos que se suceden entrelazados por certeras elipsis y un eficiente trabajo del sonido como únicos elementos narrativos.

Una película que no hay que perderse y, como espectadores, intentar cuidar a un realizador que tiene una idea muy clara del cine y la sigue con rigor en la toma de decisiones formales y puesta en escena, teniendo como guía la obra de Bresson, Godard, Antonioni y Haneke. Toda una gozada ver una propuesta con esa clase de referentes, desde luego. Espero que Rebollo tenga suerte y le sea más fácil que a Jaime Rosales encontrar finaciación para sus siguientes proyectos, aunque, echando un vistazo al cine que cotiza en el mercado nacional, desgraciadamente no me queda más remedio que dudarlo. Teniendo en cuenta los tres años de paseo del guión y tener que reunir a cuatro productoras pequeñas –dos de ellas francesas– para sacarlo adelante, cuando no es que precisamente requiera grandes ambiciones presupuestales, lo que no mata hace más fuerte.

Por causas ajenas tengo que partir la crónica, así que para mantener vuestra atención después de esto, anuncio que en próximas entregas: Lars Von Trier, Adam Sandler, Kate Beckinsale, Koldo Serra, Najwa Nimri y, por supuesto... David Hasselhoff. Ebrio... y bailando. ¡Todo un must-algo!

martes, octubre 03, 2006

So On

Antes de hablar de las agradables sorpresas que ha dado la a priori tan prescindible edición del Festival de San Sebastián de este año —y recordar que, como siempre, ni puto caso al palmarés—, este es un buen momento para recomendar tres series de calidad para tener un otoño ocupado (esperadísima vuelta de Lost (-1) aparte, por supuesto).



Weeds · La respuesta de la cadena de cable Showtime a ese primer éxito y posterior muerte encefálica llamado Desperate Housewives es muchísimo más contundente, arriesgada, políticamente incorrecta y, por lo tanto, divertida que las ya aburridas correrías de Lois Lane y sus amigas. La fórmula que encumbró a Sam Mendes y que tan buenos resultados lleva dando en Sundance durante la última década, la tranquila normalidad epidérmica de los barrios residenciales es solamente aparente y esconde una sociedad alineada e hipócrita con una doble cara siniestra, es seguida al milímetro por Weeds, y el hecho de estar producida por un canal de cable —de calidad contrastada, el mismo responsable de Queer as Folk o The L Word— le permite tener los mínimos pelos en la lengua.

Mary-Louis Parker interpreta a una ejemplar ama de casa viuda de Agrestic, un conservador barrio residencial californiano. Para mantener el elevado ritmo de vida que le proporcionaban los ingresos de su marido se dedicará a vender marihuana entre sus vecinos. Si inexplicablemente esa base argumental no es suficiente para animaros a descargarla —y creo que Cuatro, Canal +, iPSOEtv o alguno de esos la ha comprado, pero doblaje al canto— dejadme hacer hincapié una vez más en la incorrección política de casi la totalidad de sus líneas de diálogo. Sin ningún pudor se hace humor ácido con temas como el puritanismo, la política republicana, las religiones, los enfermos terminales de cáncer, el racismo, la inmigración, el sexo con menores, etc. Y, por supuesto, consumo explícito de drogas —no sólo cannabis, también alcohol, cafeína y prestigio social— por un tubo.

La primera temporada consta de 10 episodios con una anárquica estructura argumental —quizás su principal fallo—, y hace poco empezó la segunda temporada con muy buen pie y aún más mala leche.


Studio 60 on the Sunset Strip · En esto de las series de televisión Aaron Sorkin es algo más que un valor sólido y seguro, es el maldito creador de la monumental The West Wing, punto de inflexión en cuanto a estándares de calidad guionística y de diálogos en un producto televisivo. Su esperada nueva serie retratará los entresijos de la creación de un programa de humor al estilo SNL, cambiando sus ya famosos diálogos atropellados entre los pasillos y despachos de la Casa Blanca por los bastidores y el plató del programa.

Una vez vistos los dos primeros episodios, y con el tercero en la recámara, se puede decir que la serie colma todas las expectativas puestas en ella. Con una presentación ejemplar de todos los personajes y el acertado reparto clavando sus interpretaciones solamente queda confiar en el genio escritor de Sorkin para asegurarnos de unas cuantas horas de disfrute con diálogos inteligentes, largos planos secuencia, críticas a la actualidad política y el mundo del espectáculo norteamericanos y un producto televisivo sólido y bien acabado...


Carnivàle · ...como la afamada Carnivàle, demasiado ambiciosa y cinematográfica para ser mantenida. De momento solamente he visto los dos primeros episodios, así que poco puedo decir aparte de expresar mi voluntad de seguir adelante, y algo que ya es innegable: cuenta con la mejor cabecera que se ha visto en una serie de televisión. Indiscutible. Para más información les remito a lo escrito por otros, extenso, mejor y no difícil de encontrar... o seguramente en este mismo blog dentro de un tiempo.

Si necesitan información para acceder a cualquiera de ellas, dejen sus peticiones donde gusten.