domingo, febrero 26, 2006

El 25-F

Con motivo de la nueva "mayor manifestación de la Historia de Madrid" —a la que si no habéis acudido sois algo así como gente muy malvada— los muchachos del Manifestómetro lo han vuelto a hacer. Esta vez con fotos y recuento de asistentes. Especialmente recomendado para los que vieran TeleMadrid ayer por la tarde.


Las cinco visiones del clamor del pueblo
(en actualización, de momento no se pierdan la de prosopopeyo)

viernes, febrero 24, 2006

Relevando a Eastwood

Con la esfera de nuevos directores modernindies cerca de la saturación cuantitativa —las últimas incorporaciones más notables podrían ser Miranda July y Jared Hess—, ya era hora de que nos fijáramos en otra de las vías que hay abiertas para la renovación del cine norteamericano.


No sería en absoluto justo considerar a Clint Eastwood como el más importante actor americano convertido en director —hay gente apellidada Laughton o Cassavetes que se podrían ofender—, pero sí se puede decir que es el que mayor consenso de prestigo crítico y popular ha conseguido a lo largo de los más de 30 años que lleva dirigiendo. Es corriente comparar su carrera detrás de la cámara con la de otros iconos cinematográficos como Robert Redford, Kevin Costner, Tim Robbins o Sean Penn que se decidieron años después a dar el paso, y siempre con unos merecidos resultados apabullantemente favorables para Harry Callahan.

Dejando de lado los casos recientes de Zach Braff y Liev Schreiber, a los que por motivos argumentales y estilísticos sería más adecuado incluir en el grupo mencionado al principio, ahora mismo hay dos nombres, dos actores directores, que pueden sonar con fuerza para recoger el testigo de Eastwood y, en definitiva, del clasicismo norteamericano.

El primero es George Clooney, uno de esos casos en los que la categoría de sex-symbol no anula las posibilidades de ser un excelente intérprete, y Clooney lo es de sobra. Conocido por el gran público, aparte de por Urgencias y From Dusk Till Dawn en plena fiebre tarantiniana, gracias a típicas producciones comerciales de usar y tirar (Un día inolvidable, Batman & Robin, The Peacemaker, La tormenta perfecta), sin embargo se ha labrado un prestigio creciente por sus trabajos con sus amigos Steven Soderbergh (Out of Sight, Ocean's Eleven, Solaris, Ocean's Twuelve), los hermanos Coen (O Brother, Intolerable Cruelty) y David O. Russell (Three Kings). Estas menciones no son casuales, pues cualquiera que haya visto su debut como director con Confessions of a Dangerous Mind (2002) habrá podido comprobar que le han influido mucho más esos rodajes que el estar a las órdenes de Joel Schumacher o Wolfgang Petersen. Si su primer trabajo daba una visión soderberghiana hasta la médula del obviamente singular guión de Charlie Kaufman sobre la vida del productor televisivo/agente de la CIA/fraude Chuck Barris, para su segundo trabajo no ha abandonado el mundo catódico ni la vida de sus protagonistas.


Good night, and good luck (2005) cuenta la historia del enfrentamiento entre un icono del periodismo, Edward R. Murrow, y el icono de la caza de brujas y la paranoia anticomunista, el senador McCarthy. No hace falta reseñar la inquietante actualidad de realizar esta precisa película en el preciso contexto actual para darse cuenta de que Clooney piensa muy bien qué es lo que quiere contar y se toma de forma muy personal su trabajo de dirección. También tiene en cuenta el estilo formal más adecuado para cada historia, abandonando esta vez el manierismo audiovisual y plástico de su anterior trabajo y optando por un expresivo blanco y negro y la asimilación formal de Sidney Lumet, uno de los directores que mejor ha hablado de la televisión y el periodismo (Network). Más cerca del documental que de la ficción, Good night and good luck termina siendo un conjunto que combina una recreación bressoniana de los días más importantes del equipo del programa See It Now de la CBS con abundantes imágenes de archivo. En resumen, gran calidad y oportunidad.


Por otra parte, también nos acaba de llegar la opera prima en la dirección de Tommy Lee Jones, uno de los éxitos del Cannes de la temporada pasada. Los tres entierros de Melquiades Estrada lleva dentro una incuestionable cantidad de buen cine y respeto por la herencia clásica. Destellos de Ford, pinceladas de Huston, ráfagas de Peckinpah y el mismo Eastwood son salpicados en el western escrito por Guillermo Arriaga y puesto en imágenes por Jones, sin que ninguno de los dos pretenda ocultar su carácter de postmodernidad —la fragmentación incial del relato— y reciclaje de constantes genéricas. Una vez más el western sirve a la perfección para retratar a completos perdedores, desubicados sin destino, varados, fronterizos, sin futuro y con demasiado pasado. El mayor brillo de la película se concentra en su final, estoy seguro que uno de los mejores que veremos este año.

Una cosa más, durante todo el metraje uno no puede evitar acordarse de Ang Lee, su insulsa última película y la aparente ceguera del entramado crítico mundial. Menos mal que aún queda resistentencia en la crítica... y, lo que es más importante, en el cine americano. Estos son dos muy buenos ejemplos.

domingo, febrero 19, 2006

Vanguardia Rusa

Vía LPC veo que el Museo Thyssen de Madrid tiene hasta 14 de mayo una jugosísima exposición sobre la explosión vanguardista del arte ruso de principios del siglo XX, de la abstracción y el suprematismo de 1907 hasta el modelo orgánico de 1935. Kandinsky, Malévich, Chagall, Matiushin, etc. Una gozada para los/mis sentidos, vamos. Y además, en las instalaciones de la Fundación Caja Madrid, más salas dedicadas a la fotografía, la propaganda y el diseño gráfico, donde se pueden encontrar obras tan actuales como esta:


Para más ejemplos sobre la relación entre los diseños de los discos de Franz Ferdinand y el constructivismo y la vanguardia soviética, consulten con electronauta y cuidado con los vértices de las formas y las espirales.

viernes, febrero 17, 2006

Coupling


Aprovechando que Cuatro está reponiendo la mítica Friends, paradigma de la sit-com y referente vital para muchos de nosotros que durante la segunda mitad de los 90 solamente encendíamos la tele para ver eso y Expediente X, quiero recomendar la serie que creo que mejor ha sabido copiar el esquema del grupo de seis amigos urbanoburgueses. No creo que nadie piense que voy a hablar de Siete vidas. Se trata de Coupling, serie británica creada por Steven Moffat en 2000 centrada, cómo no, en los avatares de seis amigos londinenses que se interrelacionan, tienen problemas de pareja, flirtean, practican la guerra de sexos y se reúnen en un bar con sillones. Aunque eso sí, para beber cerveza negra ellos y vino ellas, nada de capuccinos y muffins...

Vale, de acuerdo, no es que se hayan tomado muchas molestias en disimular el punto de partida inicial. Pero en este caso, como en el de la intachable Family Guy, no es la originalidad del planteamiento lo que debe ser tenido más en cuenta, sino la capacidad de llevarlo hasta cada vez un extremo mayor. Family Guy vapulea muchas de las convenciones de su indiscutible modelo simpsoniano —y no digamos nada ya si ponemos las últimas temporadas [he perdido la cuenta porque llevo demasiado tiempo diciendo esta misma frase] en el punto de mira— alcanzando cotas mucho mayores de humor inteligente, hábil, absurdo y referencial sin concesiones, siendo esto último su más importante valor añadido. Con Coupling pasa algo similar, está mucho más decantada hacia el humor explícito, burdo a veces, que a construir una trama medianamente coherente sustentada sobre las relaciones entre sus personajes. En definitiva, se trata de tomar Friends, extirparle el componente de culebrón azucaroso que pudiera tener de vez en cuando y limarle la mojigatería al tratar sobre materia sexual, tema sobre el que giran el 90% de las excusas argumentales de Coupling.

Si quieren pasar un buen rato con las típicas estructuras cómicas de acumulación de malentendidos, aglomeración de personajes que aparecen consecutivamente en una situación manejando el tempo cómico, multitud de teorías absurdas y certeras sobre el funcionamiento de la mente masculina y algún que otro gag antológico, denle una oportunidad buscando la serie en su programa de descargas favorito. Además, como los seguidores de las magníficas Spaced y The Office sabemos, las series británicas tienen temporadas desilusionantemente breves, de seis episodios, por lo que las cuatro que se hicieron de Coupling antes de ponerse en marcha su remake americano (sigh) no representan más que una leve brisilla humorística dado su intrascendente contenido, pero plenamente disfrutables durante un fin de semana que, entre otras cosas, puede estar destinado a aislarse de la ficción televisiva nacional.

miércoles, febrero 08, 2006

Tintin Girls



Y es que maltrabajar de ""reportera"" en una cadena local tenía que tener su recompensa y momentos de diversión. Tiene que ser todo un alivio salir a la fría mañana pucelana a cumplir un día más con tu poco gratificante y potencialmente humillante trabajo y encontrarte con este par de candidatas a recibir la mayor colleja del año. Como para dejarlas escapar. Con todos ustedes, las vip, Elisssssa y Teressssa ("¡los toreros nos van!"). Impagable testimonio de fauna pija hispánico-castellana.

Euh... eso sí, compren Letras de Cine (¿había dicho ya que el número 10 es genial?), que es de Valladolid, pero NO hecha por gente así, desde luego. O algo.

domingo, febrero 05, 2006

München


Al final, debido a desavenencias con los horarios del cine publicados en el periódico, mi visionado de Munich se produjo con mis capacidades intelectuales no más mermadas que en un día normal. Y me alegro, porque así pude disfrutar más plenamente de este grandísimo último trabajo de Spielberg. Una película que trata un tema delicado desde una postura propia de forma valiente, seria, madura y con menos titubeos de los a priori esperables en el director de E.T..

Munich es formalmente compleja y con una realización brillante. Spielberg toma como modelo el cine político-thriller de los setenta y gracias a una óptima dirección artística y su dirección consigue evocar a la perfección ese tipo de producciones. La sombra de Coppola, del bueno y grande, planea por muchas secuencias de Munich evocando padrinos, conversaciones y apocalipsis —o sea, el más profundo espíritu de los setenta norteamericanos—.

La fotografía de Kaminski, que ya sabemos que todo lo que tiene de cojonuda lo tiene de repetitiva, combina grandes momentos con otros en los que repite uno de los anatemas del cine reciente de Spielberg, y es que se empeña en fotografiar igual cualquier, cualquier historia. No seré yo quien niegue su brillante trabajo, pero a mi entender un director de fotografía de primer nivel —y Kaminski, por mucho que se empeñe, no lo es— tiene que tener la capacidad de adecuar su trabajo a cada situación precisa y a lo que la película requiere. No me quiero imaginar un Indiana Jones 4 con estos fogonazos, saturaciones, sobre-exposiciones y focos como barra de bar. (Bueno, de hecho no quiero imaginarme un Indy 4 en ningún aspecto).

Aunque desde Salvar al Soldado Ryan y la suma comunión kubrickiana de Inteligencia Artifical Spielberg había conseguido maravillarme —Minority Report, War of the Worlds— y horrorizarme —Catch me if you can, The Terminal— a partes iguales, con Munich inclina la balanza hacia el lado de un cine maduro, narrador ficcional que refleja su tiempo y que cada vez desarrolla más su manejo del lenguaje cinematográfico. Sus mejores últimas películas están llenas de set-pieces de auténtico deleite audiovisual, Munich incluida con un buen número de ellas, aunque mi favorita no puede ser otra que la última aparición de Marie-Josée Croze, ejecutada de forma impecable, milimétrica, dura, contundente y bella.

Aun así, siempre hay flecos que impiden a Spielberg firmar una obra 100% redonda. En este caso se trata del discutidísimo flash-back final en montaje paralelo violento-sexual, que puede tratarse de una de las peores secuencias que haya filmado el director —no me obligéis a volver a ver Hook, Always o The Terminal para comprobarlo, malandrines—. Muchas justificaciones sobre la rememoraión del motivo de la venganza se podrán esgrimir, pero eso no quita que se trate de un recurso burdo, efectista y altamente ridículo. Afortunadamente la cosa mejora con uno de esos finales de antología y que se puede incluir con todo derecho junto al de Raiders of the Lost Ark como el mejor de su filmografía —esto tampoco era muy difícil, ¿eh?—.

Y ahora espero que finalmente vaya a por el suculento biopic de Lincoln, algo que le viene mucho mejor a esta etapa de su carrera que intentar rescatar viejos mitos con peligrosas predicciones de resultados.

miércoles, febrero 01, 2006

filmcu(l)ts #2



Lauren: Hi.
Sean: Hey. Are you here for that class?
Lauren: The tutorial on the Post-Modern Condition?
Sean: Yeah.
Lauren: It was canceled.
Sean: Typical.
Lauren: I've never seen you there before.
Sean: That's what's so typical. It's the first time I ever bothered to show up for it.
Lauren: Yeah, you've got bad timing.
Sean: Saturdays suck ass. I don't have to put up with this shit. I'm dropping this fucking class!
Lauren: Yeah, me too.
Sean: Really?
Lauren: Mm-hmm. I think I'm gonna change my major.
Sean: To what?
Lauren: I don't know yet. What's yours?
Sean: I don't even know.
Lauren: Your name's Sean Bateman, right?
Sean: Right. Your name is Lauren.
Lauren: Yeah. I bought pot from you last year. It was good. A little seedy though.
Sean: You used to go out with that Paul Denton dude, right?
Lauren: Yeah. Before. Show me your eyes.
***
Sean: Rock and roll.
Lauren: Maybe I'll see you at the next pre-Saturday-party party... or something.

· The Rules of Attraction, Roger Avary, 2002

Una de mis secuencias favoritas de los últimos años. Y la película tiene unas cuantas más.
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Un par de cosas relacionadas con el cine más...

# No dejéis de ir a ver [Caché] de Haneke al cine para maravillaros ante lo desbordante de su propuesta desde el trono de la metanarratividad.

# Ya ha salido el número 10 de la indispensable Letras de Cine que, como es natural, recomiendo encarecidamente adquirir (en la fnac os sale un 5% más barato, gambiteros). Pocas revistas más veréis que entrevisten en el mismo número a Manoel de Oliveira y Nacho Vidal.
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Y para terminar de verdad, dos amenazas: este pasado fin de semana vi por fin Alone in the Dark y dudo mucho que os podais librar de mis enajenados comentarios al respecto; algo similar es posible que ocurra mañana, dado que tengo planeado enfrentarme a la última película seria de Steven Spielberg con cinco nominaciones a los Oscar tras haber acumulado una generosa dosis de alcohol en mi cuerpo. Viva la sinrazón.