viernes, septiembre 26, 2008

Rebecca Scarlett Whatever

Fue la semana pasada cuando vi la última película de Woody Allen, a estas alturas ya reconocida como poco menos que un nuevo descalabro en la carrera del neoyorquino por todo el mundo (salvo adláteres de Mediapro y representantes del provincialismo hispanocatalán más rancio, claro está). En Vicky Cristina Barcelona pasa del abrazo formal que daba a Chabrol con la anterior Cassandra's Dream a una cierta exploitation de conceptos y puntos de partida rohmerianos que en ningún caso se ven respaldados por un ritmo o desarrollo acorde. Considero superfluo ahondar en la crítica que se ha hecho ya desde toda clase de frentes al postalismo exacerbado de la cinta en su retrato de Barcelona, pero sí siento pena por lo increíblemente desaprovechado que resulta el talento de un director de fotografía de la talla de Javier Aguirresarobe. A tenor del trabajo fotográfico final, no se sabe muy bien si él mismo estaba presente en el rodaje enfocando las imágenes y controlando la iluminación (¿Barcelona y Oviedo con exactamente la misma luz?) o por ahí de vinos. En fin, es solamente uno más de los detalles que delatan el poco interés de Allen puesto en esta película, que también se ve en la paupérrima selección musical (la pasable canción de Giulia y los Tellarini sale muy mal parada por su machacona y constante reiteración), la equívoca y torpe caricatura almodovariana de los personajes españoles y el melodramático argumento.

En el lado positivo, al menos tenemos a Rebecca Hall en una nueva película, a Patricia Clarkson desentumeciendo las articulaciones y a Scarlett Johansson trabajando para bien su interpretación gestual. Aunque no llegue al nivel de rota e incontenible fascinación por el funambulismo emocional de Isid Le Besco en un papel similar en À tout de suite, de Benoît Jacquot (cuya primera media hora no está nada mal, aunque luego pase a convertirse en una supérflua especie de narración softcore de toma de conciencia de clase, o algo). Fuera de eso, sólo queda el sonrojo.

miércoles, septiembre 10, 2008

Noche en crudo

Por si viven ustedes por Madrid y están dándole vueltas a comprobar el caos humano y de circulación que suele producirse durante la celebración de la Noche en Blanco y no se deciden por a qué cita cultural acudir (porque, lo que suelen ocultar los mogollones de nucas y espaldas esta noche seguramente sean cosas de ese tipo y no reyertas de yonkazos o venta barata de alcohol como el resto del año), vengo a disipar todas sus dudas. La nunca bien loada La Casa Encendida se lanza sin miedo a programar Crude Oil, la última película documental de Wang Bing. O, lo que es lo mismo, 840 minutos de trabajadores extractores de petróleo chinos retratados a lo largo de una de sus jornadas laborales en una explotación petrolífera del desierto de Gobi.

La solvencia fílmica de Wang Bing está más que contrastada gracias a su colosal trabajo Al oeste de los raíles, que tenía la deferencia con el espectador de dividir sus nueve horas de duración en tres partes segmentadas. La propuesta de Crude Oil se presenta más radical, pero legítima y muy adecuada si lo que pretende es penetrar del todo en el durísimo trabajo de estos obreros en una de las entrañas más sucia, oscura y pegajosa del desarrollo económico chino (aventuro, puesto que aún no la he visto). Pero casi seguro que la fuerza e inmediatez de las imágenes de su obra anterior será palpable.

Así que ya saben, si no se les ocurre nada mejor que hacer el sábado desde las 21:00 hasta las 11:00 de, eh, la mañana del día siguiente, esta es una de esas oportunidades que no hay que desaprovechar por la inesperada veta de conversaciones excéntricas que puede propiciar en un futuro. Si se pasan, en los increíblemente incómodos asientos de la sala de proyecciones de La Casa Encendida puede que encuentren algún resto de mi persona diluido entre galones de café en termo y drogas blandas variadas.