domingo, febrero 11, 2007

La science des rêves


Gondry ha abierto su caja torácica y extirpado las uniones entre su corazón y el hemisferio derecho de su cerebro para posteriormente incrustarlas en celuloide, ofreciendo una película que parece más bien un paseo por gran parte de sus pensamientos, experiencias e inseguridades más profundos —y puede darse el caso de que en algún punto confluyan con las nuestras—. Hay una recomendación inicial nada gratuita: el nutrido grupo de fans myspácicos de Eternal Sunshine of the Spotless Mind deberían acercarse con tiento al cine para evitar decepciones. Las anteriores películas de Michel Gondry estaban firmemente asentadas en guiones de Charlie Kaufman, sólidos armazones de calidad comprobada, que iban muy bien para poner a su servicio las ocurrencias formales características de la inquieta obra artística del genial realizador. En La ciencia del sueño el francés se lanza al vacío con un guión propio, rico en trazos autobiográficos y una libertad tan fluida, consciente y disfrutada que hace ver las obras maestras guionísticas de Kaufman como estructuras demasiado rígidas y abigarradas frente a la sensorialidad y fascinación vital de ésta.

No es que Eternal Sunshine of the Spotless Mind sea peor película, sino todo lo contrario, es milimétricamente perfecta y calculada, donde todas las piezas encajan entre los distintos tintes de pelo de Clementine y el final es un devastador falso happy-end a la altura del de Viaggio in Italia. En definitiva, dejando a un lado las magníficas soluciones visuales de Gondry, se reconoce en cada secuencia la mano escritora de Kaufman y su genio para dejarlo todo bien atado. En cambio, La ciencia del sueño es el primer guión en solitario de Gondry y, al haber estado tan vinculado en sus películas anteriores a los libretos del hermano de Donald Kaufman, su ausencia es palpable. Al no disponer —o estar al servicio— de los tan bien engrasados repliegues made in Kaufman, el guión y la película son mucho más libres y ligeros, con una narrativa muy volátil y de estructura casi inexistente en la que las secuencias sencillamente se van sucediendo sin seguir un orden de aparición demasiado lógico ni pretendidamente ilógico. Simplemente una va detrás de otra porque sí, porque así es como es. Mira, casi como en un sueño. Se agradece que Gondry no esté muy curtido en esto de hacer guiones y sus intereses vayan más por otros caminos, menos relacionados con desarrollar la ambigua historia de amor y amistad entre Gael García Bernal y Charlotte Gainsbourg que en dejar que los sentimientos fluyan desde el interior de los personajes hasta la pantalla y desde ahí busquen un hueco en el espectador. Hay una total ausencia de reflexión, juego o giro calculado sobre la ya manida dicotomía sueño/realidad, Gondry parece tener muy clara su postura y ninguna necesidad de descolocar al público o buscar su reacción con grandes golpes de efecto, sino que simplemente, sin grandilocuencias, expone su visión.

En definitiva, La ciencia del sueño es una película imperfecta, de tránsito, pequeña, pero innegablemente personal y gozosa de una libertad contagiosa que le hace ir a su propio aire, ajena a las obras que la preceden pero a la vez muy bien conectada: además de posibles paralelismos temáticos en la historia de amor, hay un buen par de citas explícitas a videoclips anteriores de Gondry. Atención, cómo no, a todo el despliegue de imaginería visual y sobre todo al dominio de los efectos artesanales y su condición de tercer protagonista de la película. Una magnífica obra de arte cuya imperfección innata hace que se la vea y arrope cual joyita frágil y especial, como un muñeco de fieltro con las costuras salidas.