viernes, junio 09, 2006

Wolf Creek en torno al género

Hay un problema con los géneros en el cine, y es que si bien resultan ideales para asegurarse de primeras un tipo de público receptivo, corren el riesgo de estancarse en la comodidad de una fórmula de comprobado funcionamiento y limitar cualquier riesgo de innovación. Entiéndanme, no digo que esto sea algo negativo, sino que es intrísicamente propio por definición y se nota. Los cambios y saltos de una constante a otra suelen darse en momentos puntuales de ruptura que preceden a una nueva etapa de homogeneización hasta la próxima ruptura de tendencia –que será siempre entendida dentro de unos límites–. Quizás con ejemplos me sepa explicar mejor. El western. Todos tenemos en nuestra mente una idea de los arquetipos formales, argumentales y narrativos del que se ha venido en llamar western clásico de Ford, Hawks, Mann, Hathaway, etc. En los sesenta tuvieron que venir esos italianos locos con Leone a la cabeza para aportar su propia renovación de spaghetti con tomate. Eran las primeras piedras de la postmodernidad, que al final sería entendida en forma de acercamiento serio a un mundo decadente, como el propio clasicismo, en desaparición. Sinceramente, hoy en día creo que no se concibe un western que no sea crepuscular. Los pocos que se acercan al género en la actualidad –Eastwood, Costner, Sayles, Lee Jones, Hillcoat– parece que también lo entienden así.
Pero es que el caso del western es bastante singular porque requiere quizás más que ningún otro unos presupuestos cronotópicos muy específicos y reconocibles. La ciencia-ficción, por ejemplo, es muchísimo más maleable, y eso es lo que la va salvando constantemente, aunque los haya empeñados en reducirla a un mero escaparate de cgis y tecnología digital. Lo habitual es que la ciencia-ficción simplemente sea un marco de unión con otros géneros.
El terror ha solucionado el problema recurriendo a la división sistemática en multitud de subgéneros: terror sobrenatural, terror de ciencia-ficción, casas embrujadas, fantasmas, espíritus, vampiros, hombres lobo, demonios, zombies, criaturas monstruosas en general, asesinos en serie, psicópatas, slashers y terror rural. Muchas de estas variantes son conjugables entre sí, pero creo que más o menos responden a los patrones básicos que puede seguir una película de terror. Fórmulas que más o menos se van repitiendo siguiendo los mismos esquemas que hacen el producto reconocible para el espectador aficionado, y en el que esporádicamente se pueden introducir mínimos cambios que supongan un ansiado halo de originalidad.

Pero bueno, ¿a qué viene toda esta pedantería? Ayer vi Wolf Creek, cinta de terror australiana que cosechó muy buenas críticas por donde pasó el año pasado. Con una estupenda solidez formal y sentido del ritmo formidable no deja de contar la típica historia que cualquier fan del slasher rural se conoce desde el primer momento. Es que realmente no hay lugar común por el que la película no pase, lo prometo. Todos esos tópicos y clichés en los que estáis pensando están ahí, de verdad. Pero el caso es que funciona de maravilla. No importa lo previsible y sobado de la historia, pues el director Greg McLean ha sabido darle un empaque visual sobresaliente, los escasos protagonistas gozan de una presentación y desarrollo que sigue los cánones del género pero logran caerte bien, el cabronías psicópata de turno demuestra un gran carisma y brutalidad, la atmósfera australiana se torna asfixiante y el director no duda en explícito cuando lo necesita... ¡Si incluso el terror está tratado con las mínimas dosis de golpes de efecto optando por un desarrollo progresivo inevitable, como a mí me gusta! ¿Qué más queremos para pasar 90 minutos de puro entretenimiento? ¿Innovación? ¿A qué nivel?
Alexandre Aja con la capital Haute Tension llevó el género hasta sus límites de desarrollo formal, McLean persiste en esa vertiente, dedicándose a retratar con un gran atractivo grotesco a la inmensa Australia y colocando todas las piezas ya conocidas de su puzzle haciéndolas encajar de forma precisa en el momento exacto. Wolf Creek más que una película es una pieza de relojería, un modelo del subgénero, el arquetipo desnudo. Y aun con todo lo dicho anteriormente, si nos ponemos exquisitos, sí que llega a encerrar alguna innovación en su final. Así que ya saben, a buscar en prados y praderas. Pero mejor vayan bien alerta y desconfíen de los extraños, que nunca se sabe si pueden esar entrando en el Internet profundo.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

No he visto "Wolf Creek", pero me la apunto para que mi borrica la busque ya mismo.

Por otro lado, de acuerdo contigo respecto a tu reflexión sobre los géneros. Creo que el terror ha sabido ampliar sus fronteras para, de alguna forma, renovarse mediante variaciones.

9 de junio de 2006, 20:14  
Blogger El Miope Muñoz said...

Ale, ahora sé que la debo ver YA. A ver si la consigo y sigo cosechando grandes descubrimientos en el nuevo cine de terror que cada día (y esto se me confirma) pasa más y más de la fiebre pos-Scream (y sin que eso sea nada negativo con la autoparódica y definitiva cinta del maestro Craven) de insulsas películas de teen muriendo en manos del psychokiller de turno.

¡Un saludo!

PD: "El pecho" creo que es perfecto para iniciarse en Roth. Primero porque es un Roth que no es canónicamente el Roth que acostumbra a ser (de la última etapa). Y eso para empezar por cualquier autor suele ser estupendo. Y el maestro no es menos.

9 de junio de 2006, 22:05  
Anonymous Anónimo said...

Pues la he visto esta tarde y me ha gustado mucho, mucho. Me han dejado alucinado ciertos comentarios de Roger Ebert poniéndola a parir.
En mi blog comento lo que me ha parecido y esas críticas tan diversas que ha generado.

¡Gracias por la recomendación!

12 de junio de 2006, 23:42  

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