Cuadros que dan cosica #1
Hay cosas que de forma misteriosa y sin atender a ninguna clase de motivo racional o coherente me provocan un inesperado e inexplicable morbo, como Soraya Sáenz de Santamaría o la primera escena de la Gellar en el por otra parte prescindible remake de The Grudge. Ya digo que no me lo explico. Pero aunque para mi escarnio público sería más divertido hablar de eso, hoy voy a tratar justo un caso contrario, algo que por ninguna razón lógica ni entendible me provoca un repelús sobrenatural. Pues bien, a modo de preparación de un inminente examen me he pasado esta tarde por el Museo Thyssen para disfrutar de su interesante colección de obras del siglo XX y, como las veces anteriores, ha vuelto a pasar:
Este cuadro del francés Balthus que pueden admirar arriba me transmite una sensación de intranquilidad tremenda. No es que Balthus sea uno de mis pintures favoritos, ni mucho menos, de hecho considero su contribución a la historia del arte del todo anacrónica en el mal sentido del término. No comulgo con el reconocimiento que le tenían tanto Truffaut como Rivette, aunque no me llegan a molestar las citas visuales que le hacen en su cine, ojo.
A lo que íbamos: algo tiene esta Partida de naipes que me da un mal rollo tremendo. No sé si es la desmesurada anchura de espaldas del muchacho que me da envidia, lo inutilmente forzado de su postura, el hecho de que lleve unos pantalones que hacen que parezca que está desnudo, que tenga los pies planos y el brazo descoyuntado para ocultar su carta, que la mano con la que se apoya parece que se está clavando en la mesa o su estrafalaria doble-cabeza-con-forma-de-corazón-y-perspectiva-única –vamos, que parece un jodido alien el chico–. Pero la niña también tiene tela que cortar, o fijaos en la forma bizarra que marca en la silla al sentarse, lo inquietantemente adulto de su piernas o, aquí está el verdadero terror amigos, su maquiavélica mirada inquisitiva hacia el esponjiforme mancebo. ¿Qué pretende dar a entender? ¿El chavalín la ha estado trampeando y ella se va a vengar poniendo en acción conjunta al candelabro que tiene a su izquierda y el receptivo y dispuesto culo de su contrincante? ¿Es ella la que está haciendo trampas sentada encima de todo un taco de cartas? ¿Dónde están el resto de cartas que faltan si solamente se pueden ver unas cuatro o cinco? ¿Por qué está la vela apagada? ¿Si la luz viene de la derecha por qué el candelabro no tiene sombra/la tiene hacia la derecha? ¿Por qué son tan rancios y tienen tan poco y mal decorada la estancia?
Como véis son muchos los detalles que pueden hacer de la contemplación de este cuadro un momento escalofriante. Aseguro que mucho más si es en vivo y ves cómo se clavan esos ojos sin sentido alguno; no me extraña que el niño se dé la vuelta a la cara para no verlos.
4 Comments:
estimado señor mío,
dígame una fecha y una hora para que vistamos, usted y una servidora, el museo de la varonesa, a fin de que pueda contemplar con mis propios ojos (y así, y con ello, deleitarme a placer) lo tremendamente gracioso que tiene que estar usted delante de ese (y otros) cuadro(s).
me inquieta imaginar sus comentarios en baja voz y a hurtadillas entre la èlite de la burguesía bienpensante de madrí.
cuando usted guste, caballero.
A mi también me da que pensar aunque me hipnotiza más el trazo del dibujo y los colores... Un gran cuadro si señor.
¡Un saludo!
Ayayayayayayayay...
Yo creo que la chica se va a vengar del otro, que está haciendo trampas y es un mutante.
A mí me da la impresión de que el niño está flexionando las piernas, en postura de estar a punto de saltar sobre la niña. La partida de cartas ha sido una mera excusa para que el niño (no sé si tan niño) se lance sobre la chiquita esa no sé con qué oscuras intenciones.
Lo de la extrañaba cabeza alienígena del niño, su anormal anchura de hombros, que parezca que no lleva pantalones y los pies planos no sé si se debe a que el autor lo quiso así o es que, simplemente, no supo dibujarlo mejor. :P
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