lunes, enero 15, 2007

Light(s) in the Dusk

Del sol quedaba un último, frágil segmento anaranjado. Lo vimos desaparecer detrás del perfecto borde del mar, envuelto en el halo que aún duraría algunos minutos. Y entonces surgió el rayo verde, no era un rayo sino un fulgor, una chispa instantánea en un punto como de fusión alquímica, de solución heracliteana de elementos. Era una chispa intensamente verde, era un rayo verde aunque no fuera en rayo, era el rayo verde. — Mi rayo verde · Julio Cortázar

Tendemos a asociar el momento del atardecer a un estado de melancolía e introspección, la necesaria reflexión ante el día que acaba y preludia su muerte con la refracción sobre nosotros de los rayos luminosos de su fuente de luz y energía. Por mucho que la noche entusiasme y atraiga por su misterio liberador, el ocaso representa un impasse en el que todo se cuestiona; una meditación del día sobre sí mismo antes de dar paso al inhóspito mundo nocturno. Por su lucha entre los últimos destellos de luz y el paso triunfante de la oscuridad, la nostalgia del pasado suele apoderarse del sentimiento humano tanto como la avidez por un futuro que se desea mejor que ese presente que se acaba. No obstante, lo que suele dominar es la pesadumbre; se tiende a potenciar el llanto por lo que se acaba más que la esperanza de lo que está por venir, pero es que los cambios siempre son vistos con temor –sobre todo sin son tan radicales: de la totalidad lumínica al todo cubierto por sombras–.

El western crepuscular se caracteriza por el cansancio de sus actores/personajes, la decadencia física de sus rostros y la profundización en la moral de sus acciones. Mirada al pasado y rechazo de un futuro en el que su figura de cowboy está condenada a desaparecer. Sé que por ahí andan Leone y Peckinpah con un buen puñado de obras maestras, pero siempre me ha atraído la fulminante estructura circular del Sin Perdón de Eastwood. Un último canto de cisne que, como vemos en la película, no dará ninguna respuesta a Mrs. Feathers sobre por qué su única hija se casó con... (etc.) 12 años después Eastwood retoma la misma estructura y la aplica a otro género enterrado y olvidado (impostura: superado) con idéntico brillante resultado. Por mucho que la amargura domine estos crepúsculos narrativos siempre hay un rayo verde, una última y efímera señal positiva, que deja filtrar sus pequeñas gotas a lo largo del relato y que suele estar basada en la amistad (el wild bunch, Bill y Ned, Frankie y Maggie), que parece ser lo único que queda –hasta Tommy L. Jones hace girar a su Melquiades en torno a esto–. Pero lo importante es que ese rayo fugaz está ahí.

Y la leyenda dice que si dos personas lo ven a la vez quedan automáticamente unidas la una a la otra para siempre. Es un momento mágico de descubrimiento, de amor, que precisamente solo puede pasar en el momento del atardecer. Si para algunos la fórmula de Kaurismäki se puede estar agotando a fuerza de repetir demasiado sus planteamientos, para quien mira por primera vez el sol finlandés en su atardecer no tiene la sensación de encontrarse ante un ocaso, sino más bien ante una manifestación del sol de medianoche. Pero como argumentalmente sí que se rinde al crepúsculo, no se le pueden negar su par de rayos verdes a lo largo del metraje, uno incluso ilusorio y acompañado de un travelling de acercamiento tan descolocado como bello.

Cambiamos de tercio y bajamos a la costa suroeste francesa: Delphine vive apesadumbrada buscando el rayo pero, sin poder evitarlo, bajando la mirada cuando podría tener la ocasión de verlo. Deja que la insignificante sombra de una visera en un mediodía de enero le nuble la vista. Contradictoriamente, se aisla en un atardecer contínuo mientras desea con todas sus fuerzas salir a la luz y el goce –y quien vuelva a decir que es imposible identificarse con los personajes de Rohmer merecerá que le corte las muñecas con la tapa oxidada de una farola–. Como casi todos los personajes rohmerianos, Delphine ve superados sus principios por las circunstancias durante el transcurso de la película pero, aquí sí a diferencia de lo que suele ocurrir con los protagonistas de las comedias y proverbios, el final abierto deja la posibilidad de que se haya producido una evolución en su forma de afrontar sus propios sentimientos. De todas formas, el corte a créditos se lleva toda respuesta para nosotros, como para Mrs. Feathers sobre su hija y para la hija de Frankie sobre su padre. Aunque el rayo está ahí. Cada uno lo encuentra casi sin darse cuenta, como Delphine, puede que sea en un atardecer visto desde la plataforma del Parque Güell, las escalinatas de la Piazza di Spagna, la playa del Aguilar o incluso la Plaza de Oriente. El caso es que, en algún momento, aparece.

Y ¿a qué viene hablar ahora de Bill Munny y Frankie Dunn en vez de comentar babear el delicioso y sexy cambio de look de Barbara Lennie? Pues no sabría explicarles muy bien una razón concreta, solo sé que me apasiona el nuevo y crepuscular nombre del blog de MariPili, muy acorde con el rumbo que están tomando las cosas por allí –personalmente considero que hoy ha alcanzado una de sus más altas cumbres, cita a Ozu incluída–, pero que, como podemos comprobar en cada una de sus enmarcables píldoras narrativas, nunca abandona el color verde aunque sea en la visión nocturna de una cámara de vídeo. Ese es el espíritu. Feliz lunes.

6 Comments:

Blogger Griada said...

Jajajaaj, Ya te veo, adicto al blog de la loquilla...
Si es que, me pregunto cómo consigue ese magnetismo en sus frases, que le es a uno imposible dejar de leer...



Otro beso! Y a ver si nos volvemos a cruzar en Fuencarral...

16 de enero de 2007, 7:52  
Anonymous Anónimo said...

Que os cruzasteis en Fuencarral?

16 de enero de 2007, 12:59  
Anonymous Anónimo said...

Muy buen texto, sí señor. El crepúsculo estará orgulloso de ti. Por cierto, he recogido de los pastos verdes "Luces del atardecer", mi próximo desvirgamiento con Kaurismaki. Veremos, veremos...

PD: Tienes que ver "The Prestige" YA!

16 de enero de 2007, 20:47  
Blogger Señor Toldo said...

Ya ves, quién me iba a decir a mí que me iba a encontrar un hadita detrás de un semáfaro. Y encantado de que nos veamos de nuevo!

Max, ardo en deseos de verla, pero me temo que por obligaciones varias no podré hacerlo hasta la semana que viene, y no veas lo que me frustra verlo todo [internet] lleno de comentarios que evito a toda costa leer :-/

Como te ha gustado la película, supongo que el libro te va a encantar. A mí me enganchó de lo lindo, me parece sensacional.

16 de enero de 2007, 21:04  
Anonymous Anónimo said...

Que grande Toldo hablar del crepúsculo sin poner una foto del mismo ni un exceso descabellado de puntos suspensivos como metáfora del suspiro. Eso lo primero.

Después me gustaria decir que en mi carismática relación de amor/odio con Mr. Rohmer debo darle la razón: por ejemplo en Pauline en la playa hay personajes preciosamente emotivos Y allá quien se quede en la indiferencia.

Y de imágenes que sugiere el post muchas: me quedo con la de la portada que ha escogido libros del asteroide para la bellísima vinieron como golondrinas del narrador norteamericano a redescubrir del siglo: William Maxwell, editor de Mr. John Cheever, Mr. Saul Bellow y Mr. JD Salinger, entre otras aficiones.

Más: una canción parece resumir el alma de tu post (uau que pseudopoetico, mis disculpas). Not Dark Yet puede hablar de un amanecer o de un atardecer (no está lo suficiente oscuro, es una metáfora pero Dylan juega un montón y muy muy muy bien con las imágenes, por eso con él nunca se sabe).

Yo diría que es atardecer clarisimamente (aunque el tono es esperanzado, de amanecer puede) por lo de it's not dark yet but it's getting there de un disco de acento crepuscular nato (time out of mind).

¿Más? Si , el score de THe long goodbye de John Williams (rectifíqueme si erro) es de evocación mexicana y por ende goodbye / México hay una asociación de ideas muy de atardecer, todo ello una imagen de cuadro de Edward Hopper o de novela de Raymond Chandler perfecta.

Muy sugerente su texto, ya lo ha visto.

17 de enero de 2007, 23:39  
Anonymous Anónimo said...

PD: En los cuadros de Hopper el crepúsculo (también) lo crean las sombras y las lámparas. Por eso lo decía.

17 de enero de 2007, 23:40  

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