miércoles, enero 10, 2007

Let them eat cake


Si bien la propuesta de Sofia Coppola para su tercer largometraje, basado en la vida de la reina María Antonieta y ambientado a finales del siglo XVIII pero con canciones pop de los ochenta en la banda sonora, en sus magníficos trailers parecía ser más transgresora y heterodoxa de lo que finalmente ha resultado, no deja de suponer una deliciosa y muy disfrutable confirmación de su talento, que necesariamente iba a ser más que cuestionado tras el auténtico indie-boom que supuso Lost in Translation. En vez de lanzarse al delirio musical que algunos nos habíamos imaginado, tras un inicio con unos créditos fulgurantes –como Velvet Goldmine, esta es una película para ver con el volumen muy alto–, el armazón formal no evidencia una sumisión al manierismo, sino más bien, como en su anterior película, un acercamiento naturalista a unas imágenes recargadas sin embargo de belleza e intención estética. Y, por supuesto, un terreno abonado para el despliegue del gusto de la directora para el perfecto ensamblaje de música atmosférica con sus imágenes.

En cualquier caso, resulta evidente que Coppola ha querido retratar a la monarca francesa haciendo de la frivolidad y fama de derrochadora que acompañan a su figura histórica el leit-motiv tanto narrativo como conceptual de su película. Centrarse sobre todo en su adolescencia y juventud –fue coronada reina consorte de Francia con 19 años– le permite reincidir en temas sobre la desubicación juvenil ya tratados en sus dos obras anteriores, así como en las numerosas fiestas y ratos de ocio de la aristocracia, una combinación entre ligereza festiva y apesadumbramiento emocional similar a la experimentada por la solitaria Charlotte en Tokio y que propicia los momentos de verdadera brillantez de la película gracias al tránsito de una dimensión a otra y la irrupción de la música pop extradiegética destinada a a) subrayar y al mismo tiempo cuestionar irónicamente los sentimientos de los personajes b) hacer que el espectador se olvide todo marco histórico y simplemente se deje llevar por un espíritu de hedonismo atemporal. Sin embargo, esta acertada apuesta por la ahistoricidad del relato se ve empañada hacia el final del film cuando la ortodoxia del cine histórico empieza a intentar hacerse con las riendas de la narración: cómo hacer un biopic de María Antonieta sin hablar de la revolución francesa. Aunque la directora tiene el acierto de insinuar las revueltas de la multitud solo mediante voces y tumultos en off pretendiendo ser coherente con la óptica aristocrática practicada hasta el momento –aunque luego tenga lugar la secuencia más vergonzosa del film–, habría sido de agradecer algo más de atrevimiento por su parte, aunque sí es cierto que el relato se corta abruptamente y se omite el consabido primer plano con guillotina al fondo. Por lo tanto, aunque se le adivinan las buenas intenciones, un remate desacertado.

En cuanto a la forma, Coppola realiza todo un despliegue de su talento visual heredero de la publicidad, a la que demuestra no tener ningún reparo en citar explícitamente –momento BMW con María Antonieta balanceando su mano por la ventana del carruaje–, con imágenes bellas, coloristas, lumínicas y bucólicas. Dejando a un lado la cuestión que me asalta de por qué en el cine de mujeres como Sofia Coppola e Isabel Coixet se suele tildar automática y despectivamente a este tipo de imágenes de "anuncios de compresas" –si bien la catalana ha dirigido alguno que otro– y cuando las realiza un director, pongamos por ejemplo Ridley Scott, simplemente se le considera esteticista, la cámara de Coppola vuelve a demostrar una gran capacidad para captar ambientes más allá de los paisajes, ya sean las noches de Tokio o los jardines de Versalles, gracias a su acertado montaje y libertad de movimientos, lo que le permite obtener instantáneas de gran belleza sin necesidad de regodearse en planos estáticos.

Por último me gustaría mencionar la naturaleza personalísima e inevitablemente cool de un reparto, Kirsten Dunst aparte, lleno de caras "alternativas" pero pretendidamente reconocibles: Jason Schwartzman, Steve Coogan, Asia Argento, Molly Shannon, Judy Davis, Shirley Henderson, Marianne Faithfull... ¡si hasta sale Mathieu Amalric!; se trata sin duda de otro elemento, tan rococó como la corte de Versalles, que apuntala la buscada frivolidad de todo el conjunto. En definitiva, no estamos ni por asomo ante una película rompedora e iconoclasta pero sí ante un imperfecto ejercicio pop plenamente disfrutable como juguete de entretiempo, destinado a crecer en el recuerdo y que no se libra de arritmias y desajustes pero también ofrece un buen puñado de secuencias memorables y, por si fuera poco, uno de los momentos cinematográficos del año: el amanecer corriendo por los jardines y fuentes de Versalles, resbalando con el rocío de la hierba y tomando la última copa con Ceremony de fondo. Un dulce tan estiloso que es imposible que empalague.

A favor: Roberto
En contra: Noel · Max Renn

12 Comments:

Blogger Roberto A. O. said...

Bueno, creo que su comentario es acertadísimo y me parece sumamente importante algo que yo me he dejado en el tintero y que comparto al 100%: dejar el manierismo y abarcar el naturalismo de un entorno sobrecargado.

Sin embargo, para mi la secuencia del encuentro con la plebe es totalmente necesaria, porque no deja de ser el único momento de contacto entre María Antonieta y el pueblo. Más allá del tono moral que pretende establecer Coppola en esa secuencia, al estar la película contada desde el punto de vista de ella, es una escena que debe aparecer, sobre todo cuando vemos que a ella la revuelta popular se la suda, y así lo deja claro en ese último y sublime plano final (el de un universo ya destrozado). Es más, me parecen más gratuitas las secuencias de Luis XVI junto al resto de ministros (¿?), ya que este intento de ir justificando indirectamente el descontento popular y el hecho de que "todo se iba a la mierda" está, en esta ocasión sí, alejado del personaje principal.

Saludos

11 de enero de 2007, 11:07  
Anonymous Anónimo said...

"Un dulce tan estiloso que es imposible que empalague."

¡Un momento! ¡Discrepo! Aquí tiene un caso clínico: ¡a mí me empalagó hasta el hartazgo!

Decir también que yo no veo ninguna profundidad en los personajes, ni reflexión hacia su estilo de vida, ni punto de vista antropológico, ni nada... La película se resume en ver a esta gente glamurosa de momento chachipiruli a momento chachipiruli y poco más...

11 de enero de 2007, 13:12  
Blogger delirante said...

se me ocurre pensar (en referencia al comentario crítico de max renn) que quizá se trate precisamente de una superficialidad premeditada, con su propio sentido intrínseco en el plano del discurso de la película...

por otro lado, señor toldo, me encanta coincidir con usted!

11 de enero de 2007, 14:58  
Anonymous Anónimo said...

¿Superficialidad premeditada? De acuerdo. Coppola lo ha conseguido. Pero yo creo que la pregunta es: ¿Es interesante ese tratamiento de la superficialidad? Para mí está claro que no.

Mañana estrenan la de Nolan.

11 de enero de 2007, 16:13  
Anonymous Anónimo said...

Estamos de acuerdo en lo de los créditos iniciales, aunque yo creo que la Mejor Canción de la Historia no debería usarse a la ligera.

Pero es que en esta peli TODO se usa a la ligera.

11 de enero de 2007, 17:07  
Blogger delirante said...

... claro, en Maria Antonietta se toma TODO a la ligera... y entonces habría que decir que para que una película sea considerada 'buena' tiene que ser necesariamente súper profunda, tratar las verdades intrínsecas del ser humano, diseccionar todos sus actos y pensamientos, mostrarlos en corte transversal, juzgarlos, entenderlos, filosofar sobre el devenir de un personaje y los caminos que toma, para que el espectador acabe finalmente encogido en la butaca, abrumado por el retrato del Ser que una pantalla de cine le acaba de ofrecer y acongojado por su propia existencia, ¿no?

12 de enero de 2007, 11:04  
Anonymous Anónimo said...

¡Uah! ¡Con su comentario hasta me va a gustar ! (no va en coña) Al menos le puedo poner otros ojos, siguen siendo epilépticos de una reflexión ... .tan frívola... Joder esa forma de filmar al populacho es la más perversa jugada histórica desde la lista de schindler y su finalón de Sión.

13 de enero de 2007, 1:51  
Anonymous Anónimo said...

Disculpeseme la ignorancia, pero.. ¿quién es Mathieu Amalric? es que hasta lod estacas y a me deja ¿ein? XD Sobre la peli... ha llegado un momento en el que, al menos actualmente, creo que su estilo de algodón de azucar me extragaría, así que mejor la dejo para tiempos de adicción al azúcar!

13 de enero de 2007, 21:33  
Blogger Señor Toldo said...

A Mathieu Amalric le destaco porque forma parte de mis debilidades personales y fue toda una sorpresa ver su breve y divertido cameo en la película, no me lo esperaba en absoluto.

Es un actor francés cojonudo, que ha trabajado sobre todo con Desplechin (Rois et reine es una película que todo el mundo debería ver-bajar, de lo mejor de la década), Iosseliani, Techiné y Assayas (en la también estupenda Finales de agosto, principios de septiembre). Últimamente se le ha podido ver en Munich de Spielberg, haciendo del cabroncete francés, y en mi opinión la Coppola se ha apuntado un tanto (otro más) de coolhunterismo —al menos entre el mundillo cinéfilo gafapastil— al meterle en el reparto.

14 de enero de 2007, 1:59  
Anonymous Anónimo said...

Con razón no me sonaba... de lo que mencionas apenas (ya, debo enmendarlo ¿no?) he visto la de Spielberg y va a ser que no me fue muy simpática....

14 de enero de 2007, 15:06  
Blogger Libertino said...

yo la veré tonite
ya te contaré!!!

18 de enero de 2007, 10:54  
Blogger Libertino said...

Es estupenda, gana con el tiempo y quiero volver

26 de enero de 2007, 9:51  

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