Vistazo a Masters of Horror
Hace unas semanas arrancó en Estados Unidos la segunda temporada de la serie de televisión Masters of Horror. Como este blog tiene un inestable compromiso con la actualidad y con la ventaja de que la primera temporada ya ha sido vista y comentada por todo dios, haciendo innecesario perder el tiempo en introducir el concepto de la serie, hablaré de algunas de las impresiones que produjo en mí su visión –en unas ocasiones disfrute y en otras sufrimiento– y comentaré las propuestas que fueron más de mi agrado.
Para empezar no podemos obviar a la figura de Mick Garris, el artífice de la serie y realizador de la peor de sus entregas. Un feliz día, durante una de sus habituales masturbaciones con algún libro de Stephen King –elucubración–, este incapaz juntaimágenes tuvo la idea de crear una serie de televisión que retomara ese espíritu de antología de pequeñas historias de suspense, terror y fantasía al estilo de Alfred Hitchcock Presenta, The Twilight Zone, Más allá del límite, Historias de la cripta, Las pesadillas de Freddy, Misterio para tres –Friday the 13th: the series–, Cuentos asombrosos, etc. –sí, una ocurrencia llena de originalidad–. El caso es que, teniendo en cuenta la interesante etapa de inversión presupuestaria en la televisión norteamericana y el grandilocuente título de Masters of Horror unidos a la intención de contar con verdaderos especialistas del género sin ninguna limitación para sus ideas salvo el máximo de los 60 minutos de duración, la cosa empezó a pintar interesante. Por otra parte, al tratarse de una producción del canal de cable Showtime la contención en cuestiones de sangre y casquería quedaba desestimada.
Pero veamos la selección final de directores que aceptaron participar en el proyecto. Nos encontramos con dos maestros incuestionables como Dario Argento y John Carpenter, viejas glorias ochenteras de indudable importancia para el género como Tobe Hooper y Joe Dante, colindantes con menos talento como John Landis o Don Coscarelli, las promesas de Lucky McKee y, en menor medida, Takashi Miike, y la inevitable dosis de morralla brindada por talentos como Stuart Gordon, Garris himself, William Malone, Larry Cohen y John McNaughton, que se debió pasar un día por la productora y le liaron. Una vez dado el baño de realismo con la lista de "maestros", ya solo era cuestión de disponerse a disfrutar de lo que cada uno pudiera ofrecer. Como hija de su tiempo, pese a lo restringido de su selección resulta difícil no aproximarse a la serie desde la comparación con las últimas tendencias en el cine de terror norteamericano. Dos constantes son las que dominan: el remake indiscriminado del terror oriental de naturaleza sobrenatural –los fantasmas de toda la vida pero con pelo cubriéndoles la cara– [The ring + secuela, Dark Water, The grudge + secuela, Pulse] y el resurgir setentero de terror sucio y bestia [remakes de La matanza de Texas y Las colinas tienen ojos + secuelas, saga Saw, Wrong Turn, Cabin Fever + Hostel, etc. — + sobre el horror porn —], desmarcándose en tercera posición el renovado interés por los muertos vivientes [saga Resident Evil, remakes Dawn of the Dead y Day of the Dead, dos nuevos Romero, etc.]. La duda estaba en si la serie se iba a subir al carro de las temáticas con tirón del momento o iba a recuperar otras más descuidadas con la ayuda de la experiencia de sus directores más consagrados.
Quizás sea Coscarelli el que con más fuerza se adscriba a la tendencia contemporánea, con una enésima revisión de las colinas de la matanza de Texas tienen ojos, pero también es el que entrega uno de los trabajos mejor planificados y acabados de toda la serie, con una fuerza y pulso que un servidor no encuentra en ninguno de sus largometrajes anteriores. El resto, salvo los que se suman a la corriente zombie (Hooper, Dante, McNaughton), han optado por otras temáticas clásicas del género, como lo sobrenatural, las mutaciones zoomórficas, la brujería y el psycho-killer tradicional. La pericia de Coscarelli para orquestar una pieza de cámara subgenérica de más que notable calidad y la de Joe Dante para hacer explícitas las dimensiones sociopolíticas del cine de muertos vivientes de Romero les han brindado muy buenos resultados, de la misma forma que la simpática aportación de John Landis ha permitido que entrara un poco de aire en su ataud creativo, pero el verdadero trío de ases ha sido el formado por Miike, McKee y Carpenter con las tres propuestas más arriesgadas, periféricas y originales de la serie.
La multi-alabada Audition había sido mi única experiencia miikiana previa a Imprint, sin que encontrara las razones para la creación de tan vasto fenónemo hard-fan en internet más allá de lo rasgado, en ambos sentidos, de su mirada –ay, qué ingenioso estoy hoy–. Sí encuentro motivos para el asombro en este mediometraje, auténtico viaje a los infiernos carnales –mucho más físico que la decepcionante aportación de un Argento demasiado contenido formalmente– que rebosa sordidez y tabúes violentamente violados por sus cuatro costados. Aparte de la conseguidísima inmersión atmosférica en un mundo malsano lleno de tortura y deformidad a través del trabajo formal, el director se sirve de la postclásica estructura narrativa de Rashomon para articular gradualmente el acercamiento al terror y la más grotesca depravación de la mano de una mirada fija que no se corta en mostrar de forma explícita. El detalle final de una guiñolesca mutación cronengberiana de feria empaña ligeramente el conjunto, pero aun así hay que reconocer que el trabajo de Miike consigue cumplir todas las expectativas que se pueden tener a la hora de ver una muestra de un verdadero Master of Horror.
Los que, en mi opinión, son los dos mejores episodios de la serie son los realizados por Lucky McKee y John Carpenter, Sick Girl y Cigarette Burns respectivamente. Una de las más sólidas nuevas promesas del género y uno de sus más grandes maestros. Ambos confluyen en la voluntad por trascender la propuesta temática de la serie para contar algo más –Dante también, con portada en CinemaScope incluida, pero con mucha menos sutilidad, lo que no tiene por qué ser necesariamente tomado como algo malo–. Soy consciente de que ya se ha hablado en muchos lugares de las implicaciones del trabajo de Carpenter, que personalmente habría deseado que hubiera convertido en largometraje. Una asombrosa y sucia mirada al mundo del cine como codicioso mercado de almas, deseos y ambiciones teñido de amoralidad, además de la creación de un inmediato nuevo símbolo metalingüístico para el género con igual fuerza que el mismo Necronomicón, el maldito y perdido film Le Fin Absolue du Monde. Así que por mi parte me voy a centrar en el de McKee, que me temo que injustamente ha pasado más desapercibido.
La propuesta de la que se encarga el director de May tiene un guión de Sean Hood y él mismo; permítanme que piense que las virtudes del mismo corresponden a McKee, pues por ejemplo fue él quien decidió cambiar el sexo del personaje protagonista para hacerlo más acorde con las inquietudes que ya había demostrado en su opera prima. Sick Girl cuenta la historia de Ida, una entomóloga que no consigue mantener a ninguna chica a su lado debido a su afición por los insectos, que le hace tener "trabajo" hasta en el mismo dormitorio de su casa. Pero un día conoce a Misty, quien además de ser adorable y estar totalmente entregada a ella, no parece tener ningún problema con los coleópteros. Como en toda buena tradición pulp que se precie, resulta que Ida acaba de recibir un paquete anónimo que contiene un extraño y hostil especímen, que encima se escapa y anda libremente por la casa, y termina picando a su nueva novia. Cuando ésta se traslada a la casa empieza a experimentar cambios en su comportamiento que acaban derivando en una horrible mutación. Este esquemático y previsible esbozo es todo el contenido fantástico de la historia, que solamente hace aparición en muy contadas ocasiones y en el necesario climax final. El resto del metraje se ocupa de ilustrar la vida diaria de Ida, muy bien encarnada por Angela Bettis, musa del director, y el comienzo y desarrollo de su relación con Misty, interpretada por Erin Brown, una de las musas del cine indie norteamericano. Son estos momentos de digresión en los que los dos personajes se relacionan los que mejor funcionan, rodados e interpretados con gran naturalidad y acompañados por canciones del grupo pop-rock Poperratic. Secuencias responsables de que fluya la vida de los personajes más allá de sus cometidos temático-genéricos y podamos entender el resto del relato como una divertida metáfora de los riesgos de las relaciones demasiado aceleradas en las que sus integrantes no se dan tiempo para conocerse el uno al otro antes de asentar un compromiso que puede correr el riesgo de estar basado en ideas preconcebidas o deseadas sin una base sólida, futuras fuentes de numerosos problemas; así como de aquellas relaciones que demandan el cambio radical de uno de los miembros, pérdida de su identidad para adecuarse al canon de la pareja. De la misma forma que Eraserhead nos hablaba de la paternidad en forma de pesadilla expresionista, Sick Girl lo hace de los miedos y problemas ante el compromiso forzado y repentino.
En fin, la conclusión final que se puede sacar de esta primera temporada es que, rebuscando entre la basura es posible encontrar algun que otro despunte de calidad que merece la pena ver: los cuatro aquí comentados más Dante, Argento y Landis. Una pena que el resto de directores no hayan podido siquiera mantener un nivel decente. Destaca especialmente cómo Tobe Hooper echa una nueva palada de tierra sobre su tumba –aunque haya que agradecerle que tenga las formas tan apetecibles de Jessica Lowndes–, Larry Cohen no sabe qué hacer con una de las ideas argumentales más desarrollables y propicias para el lucimiento formal y Stuart Gordon destroza uno de los mejores relatos de Lovecraft. Veremos por dónde nos lleva la segunda temporada que, aunque se adivina más floja, por lo menos cuenta con la buena noticia de que tanto Carpenter como Dante repiten.
Para empezar no podemos obviar a la figura de Mick Garris, el artífice de la serie y realizador de la peor de sus entregas. Un feliz día, durante una de sus habituales masturbaciones con algún libro de Stephen King –elucubración–, este incapaz juntaimágenes tuvo la idea de crear una serie de televisión que retomara ese espíritu de antología de pequeñas historias de suspense, terror y fantasía al estilo de Alfred Hitchcock Presenta, The Twilight Zone, Más allá del límite, Historias de la cripta, Las pesadillas de Freddy, Misterio para tres –Friday the 13th: the series–, Cuentos asombrosos, etc. –sí, una ocurrencia llena de originalidad–. El caso es que, teniendo en cuenta la interesante etapa de inversión presupuestaria en la televisión norteamericana y el grandilocuente título de Masters of Horror unidos a la intención de contar con verdaderos especialistas del género sin ninguna limitación para sus ideas salvo el máximo de los 60 minutos de duración, la cosa empezó a pintar interesante. Por otra parte, al tratarse de una producción del canal de cable Showtime la contención en cuestiones de sangre y casquería quedaba desestimada.
Pero veamos la selección final de directores que aceptaron participar en el proyecto. Nos encontramos con dos maestros incuestionables como Dario Argento y John Carpenter, viejas glorias ochenteras de indudable importancia para el género como Tobe Hooper y Joe Dante, colindantes con menos talento como John Landis o Don Coscarelli, las promesas de Lucky McKee y, en menor medida, Takashi Miike, y la inevitable dosis de morralla brindada por talentos como Stuart Gordon, Garris himself, William Malone, Larry Cohen y John McNaughton, que se debió pasar un día por la productora y le liaron. Una vez dado el baño de realismo con la lista de "maestros", ya solo era cuestión de disponerse a disfrutar de lo que cada uno pudiera ofrecer. Como hija de su tiempo, pese a lo restringido de su selección resulta difícil no aproximarse a la serie desde la comparación con las últimas tendencias en el cine de terror norteamericano. Dos constantes son las que dominan: el remake indiscriminado del terror oriental de naturaleza sobrenatural –los fantasmas de toda la vida pero con pelo cubriéndoles la cara– [The ring + secuela, Dark Water, The grudge + secuela, Pulse] y el resurgir setentero de terror sucio y bestia [remakes de La matanza de Texas y Las colinas tienen ojos + secuelas, saga Saw, Wrong Turn, Cabin Fever + Hostel, etc. — + sobre el horror porn —], desmarcándose en tercera posición el renovado interés por los muertos vivientes [saga Resident Evil, remakes Dawn of the Dead y Day of the Dead, dos nuevos Romero, etc.]. La duda estaba en si la serie se iba a subir al carro de las temáticas con tirón del momento o iba a recuperar otras más descuidadas con la ayuda de la experiencia de sus directores más consagrados.
Quizás sea Coscarelli el que con más fuerza se adscriba a la tendencia contemporánea, con una enésima revisión de las colinas de la matanza de Texas tienen ojos, pero también es el que entrega uno de los trabajos mejor planificados y acabados de toda la serie, con una fuerza y pulso que un servidor no encuentra en ninguno de sus largometrajes anteriores. El resto, salvo los que se suman a la corriente zombie (Hooper, Dante, McNaughton), han optado por otras temáticas clásicas del género, como lo sobrenatural, las mutaciones zoomórficas, la brujería y el psycho-killer tradicional. La pericia de Coscarelli para orquestar una pieza de cámara subgenérica de más que notable calidad y la de Joe Dante para hacer explícitas las dimensiones sociopolíticas del cine de muertos vivientes de Romero les han brindado muy buenos resultados, de la misma forma que la simpática aportación de John Landis ha permitido que entrara un poco de aire en su ataud creativo, pero el verdadero trío de ases ha sido el formado por Miike, McKee y Carpenter con las tres propuestas más arriesgadas, periféricas y originales de la serie.
La multi-alabada Audition había sido mi única experiencia miikiana previa a Imprint, sin que encontrara las razones para la creación de tan vasto fenónemo hard-fan en internet más allá de lo rasgado, en ambos sentidos, de su mirada –ay, qué ingenioso estoy hoy–. Sí encuentro motivos para el asombro en este mediometraje, auténtico viaje a los infiernos carnales –mucho más físico que la decepcionante aportación de un Argento demasiado contenido formalmente– que rebosa sordidez y tabúes violentamente violados por sus cuatro costados. Aparte de la conseguidísima inmersión atmosférica en un mundo malsano lleno de tortura y deformidad a través del trabajo formal, el director se sirve de la postclásica estructura narrativa de Rashomon para articular gradualmente el acercamiento al terror y la más grotesca depravación de la mano de una mirada fija que no se corta en mostrar de forma explícita. El detalle final de una guiñolesca mutación cronengberiana de feria empaña ligeramente el conjunto, pero aun así hay que reconocer que el trabajo de Miike consigue cumplir todas las expectativas que se pueden tener a la hora de ver una muestra de un verdadero Master of Horror.
Los que, en mi opinión, son los dos mejores episodios de la serie son los realizados por Lucky McKee y John Carpenter, Sick Girl y Cigarette Burns respectivamente. Una de las más sólidas nuevas promesas del género y uno de sus más grandes maestros. Ambos confluyen en la voluntad por trascender la propuesta temática de la serie para contar algo más –Dante también, con portada en CinemaScope incluida, pero con mucha menos sutilidad, lo que no tiene por qué ser necesariamente tomado como algo malo–. Soy consciente de que ya se ha hablado en muchos lugares de las implicaciones del trabajo de Carpenter, que personalmente habría deseado que hubiera convertido en largometraje. Una asombrosa y sucia mirada al mundo del cine como codicioso mercado de almas, deseos y ambiciones teñido de amoralidad, además de la creación de un inmediato nuevo símbolo metalingüístico para el género con igual fuerza que el mismo Necronomicón, el maldito y perdido film Le Fin Absolue du Monde. Así que por mi parte me voy a centrar en el de McKee, que me temo que injustamente ha pasado más desapercibido.
La propuesta de la que se encarga el director de May tiene un guión de Sean Hood y él mismo; permítanme que piense que las virtudes del mismo corresponden a McKee, pues por ejemplo fue él quien decidió cambiar el sexo del personaje protagonista para hacerlo más acorde con las inquietudes que ya había demostrado en su opera prima. Sick Girl cuenta la historia de Ida, una entomóloga que no consigue mantener a ninguna chica a su lado debido a su afición por los insectos, que le hace tener "trabajo" hasta en el mismo dormitorio de su casa. Pero un día conoce a Misty, quien además de ser adorable y estar totalmente entregada a ella, no parece tener ningún problema con los coleópteros. Como en toda buena tradición pulp que se precie, resulta que Ida acaba de recibir un paquete anónimo que contiene un extraño y hostil especímen, que encima se escapa y anda libremente por la casa, y termina picando a su nueva novia. Cuando ésta se traslada a la casa empieza a experimentar cambios en su comportamiento que acaban derivando en una horrible mutación. Este esquemático y previsible esbozo es todo el contenido fantástico de la historia, que solamente hace aparición en muy contadas ocasiones y en el necesario climax final. El resto del metraje se ocupa de ilustrar la vida diaria de Ida, muy bien encarnada por Angela Bettis, musa del director, y el comienzo y desarrollo de su relación con Misty, interpretada por Erin Brown, una de las musas del cine indie norteamericano. Son estos momentos de digresión en los que los dos personajes se relacionan los que mejor funcionan, rodados e interpretados con gran naturalidad y acompañados por canciones del grupo pop-rock Poperratic. Secuencias responsables de que fluya la vida de los personajes más allá de sus cometidos temático-genéricos y podamos entender el resto del relato como una divertida metáfora de los riesgos de las relaciones demasiado aceleradas en las que sus integrantes no se dan tiempo para conocerse el uno al otro antes de asentar un compromiso que puede correr el riesgo de estar basado en ideas preconcebidas o deseadas sin una base sólida, futuras fuentes de numerosos problemas; así como de aquellas relaciones que demandan el cambio radical de uno de los miembros, pérdida de su identidad para adecuarse al canon de la pareja. De la misma forma que Eraserhead nos hablaba de la paternidad en forma de pesadilla expresionista, Sick Girl lo hace de los miedos y problemas ante el compromiso forzado y repentino.
En fin, la conclusión final que se puede sacar de esta primera temporada es que, rebuscando entre la basura es posible encontrar algun que otro despunte de calidad que merece la pena ver: los cuatro aquí comentados más Dante, Argento y Landis. Una pena que el resto de directores no hayan podido siquiera mantener un nivel decente. Destaca especialmente cómo Tobe Hooper echa una nueva palada de tierra sobre su tumba –aunque haya que agradecerle que tenga las formas tan apetecibles de Jessica Lowndes–, Larry Cohen no sabe qué hacer con una de las ideas argumentales más desarrollables y propicias para el lucimiento formal y Stuart Gordon destroza uno de los mejores relatos de Lovecraft. Veremos por dónde nos lleva la segunda temporada que, aunque se adivina más floja, por lo menos cuenta con la buena noticia de que tanto Carpenter como Dante repiten.
5 Comments:
Soy de los pocos miserables que todavía no ha visto este deleite y sigo ahí, pendiente de un hilo. Creo que ya me toca.
Pues sí, en la 1ª temporada de la serie hay un poco de todo: de los capítulos sobresalientes a los olvidables.
Como ya sabes, coincido contigo en la maestría del metaligüístico y feroz capítulo de Carpenter, que para mí es el mejor con diferencia. Indispensable. Lástima que no haya sido un largo.
También me parecen destacables los trabajos de Dante (divertida sátira política), Argento (salvaje pasión animal), Miike (enfermizo descenso a los infiernos), McKee (titánica Angela Bettis) y Coscarelli (una interesante vuelta de tuerca sobre lo ya manido).
Me entretuvieron y divirtieron los de Larry Cohen y John Landis.
Y ahora, lo peor:
El de MacNaughton me pareció de los más soso y prescindible. El de Stuart Gordon es flojito. El de Malone es efectismo y mucho ruido para pocas nueces. Y el de Hooper (en declive total)objetivamente es malo, de acuerdo, pero ocurre que el desenfreno y el desquicie general no le vienen mal a esa historia postapocalíptica.
Por cierto, de Coscarelli te recomiendo (no sé si la has visto) la ingeniosísima y pulp "Bubba Ho-Tep". A mí el Coscarelli de "Phantasma" no me dice mucho, pero "Bubba Ho-Tep" (con Bruce Campbell) me demostró que el tipo se ha vuelto mucho más interesante. Fue toda una sorpresa.
Se me olvidaba:
"Chocolat", de Mick Garris, no lo he visto teniendo en cuenta lo negativo de las referencias.
Y de la 2ª temporada:
"The Damned Thing", de Hooper, me parece pésimo, pésimo. Y "Family", de Landis, sigue un poco el tono de "Deer Woman" y entretiene, aunque no llega a ser brillante.
A mí también me da vergüenza no haber visto casi nada de la serie (sólo "Homecoming", y porque es de uno de mis directores favoritos). Es una pena que aquí no se haga nada parecido, con Álex de la Iglesia, Balagueró, Paco Plaza... Espera un maldito momento...
Gracias por la mención ;)
Bueno, yo sigo reivindicando a ese currante que es Stuart Gordon, que aparte de que su colaboración para Masters of Horror mejora el relato de Lovecraft (afortunadamente, limita sus desvaríos cósmicos y adopta un terror más propio de Poe pero con enfoque polanskiano), ha rodado dos pequeñas joyitas a degustar con reposo: "King of the Ants" y "Edmond".
Por lo demás, Miike se marca el reverso cabrón de "Memorias de una geisha", y de paso rueda aquello que a Mizoguchi se le pasó por la cabeza pero nunca hizo para no dañar su reputación (sic).
Y bueno, en cuanto a McKee, ojito que este hombre tiene mucho talento. De hecho, es uno de los pocos cineastas que aglutinan influencias sin caer en el guiño posmoderno, y las incorpora de manera ágil a su discurso.
Saludos
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