Aquella chica que... (III)
Bárbara Goenaga, San Sebastián 1983. Si en el cine español existiera algo remotamente parecido a una escena indie, Bárbara Goenaga tendría muchos puntos para ser su icono indiscutible. Desde el principio de su carrera ha estado vinculada al mundo del cortometraje y la televisión, sin que muchas veces haya saltado a la gran pantalla. Su primera participación importante en un largometraje fue en la olvidada Mi dulce (2000) junto a Aitana Sánchez-Gijón, pero la mejor forma de identificarla es recordando una de las series malditas por excelencia de la historia de nuestra televisión: El grupo. Resulta obvio pensar que TeleCinco canceló la emisión de este drama de historias cruzadas y cortó de cuajo su primera temporada porque no alcanzaba los niveles de audiencia desados –no sorprende porque ya sabemos que la audiencia televisiva española no se muestra muy receptiva ante series con un notable nivel de actuaciones y una carga dramática bien llevada–, pero lo curioso es que en realidad sí se trataba de un programa bastante seguido, como se desprende del ligero aura de culto y oportunidad perdida que sigue conservando hoy en día. El caso es que, si Unax Ugalde ya era conocillido en la pequeña pantalla y pronto le llegaría el trampolín definitivo con Báilame el agua, Bárbara fue la que permaneció como inminente promesa gracias a su sobresaliente trabajo en la serie.
Le llegó la oportunidad de demostrar sus dotes cómicas en una producción de Antena 3, A medias. Ya sabemos lo que ocurre con la mayoría de los programas de ficción que suele adquirir o producir esta cadena: son malísimos y suelen durar poco en emisión. Este fue un caso paradigmático. Recuperada a través del cable se puede ver que, pese a los nefastos guiones de la serie, la donostiarra brilla con luz propia y demuestra gran comicidad y talento para el gag. Sería acertado comparar su forma de afrontar la comedia con la de una desatada Téa Leoni –tomen como referencia Flirting with Disaster y no la bazofia de Spanglish, por favor–.
El papel que resultaba ideal para encumbrar a Bárbara de una vez por todas era el de Silvia, joven pianista dispuesta a suicidarse en El regalo de Silvia (2003), opera prima de Dionisio Pérez. Si bien la premisa de una película que miraba de cara al suicidio y el transplante de órganos era estupenda y la participación en la misma de Luis Tosar en plena tosarmanía –periodo que va desde Los lunes al sol hasta Inconscientes y aglutina en dos años hasta nueve saturantes largometrajes con papel protagonista– aseguraba la afluencia de público, la calidad final del film distaba mucho del aprobado. Una vez más, solamente las secuencias en las que Silvia hablaba delante de su cámara y liberaba sus emociones son lo único que merece la pena. Eso sí, es en esta película terriblemente descompensada y escaparate de las principales carencias del cine academicista nacional con desacertadas intenciones de profundo trasfondo social donde Bárbara ofrece una de las mejores actuaciones de su carrera.
Ya hemos mencionado que se trata de un rostro conocido en el mundo del cortometraje. Caben destacar sus intervenciones en el imprescindible delirio pop de Domingo González Las SuperAmigas contra el Profesor Vinilo (2003) y en el último y mayoritariamente incomprendido corto de Nacho Vigalondo, Choque (2005). La joven actriz también ha demostrado su valía encima del escenario, interpretando personajes de Brückner, Buero Vallejo y Valle-Inclán con gran entusiasmo crítico y recepción de premios.
Lo último, aparte de esporádicas apariciones en series como Al filo de la ley, es su colaboración en el último trabajo pornográfico-sentimental de Campanella, Vientos de agua, donde por mi propia salud no pienso comprobar qué tal está. De momento tiene unas cuantas películas sin estrenar en la recámara, pero ninguna con una entidad necesaria para llamar la atención. No obstante, esperamos que alguna de las nuevas promesas de la realización española –Sánchez Arévalo, Serra, Vigalondo– abran los ojos, sepan fijarse en la calidad interpretativa y no solo en la copa del sujetador como los viejos dinosaurios que dominan la "industria" y decidan contar con ella para sus futuros proyectos. ¡Libérenla de cargar con el epíteto de "prometedora" toda su vida!
4 Comments:
¡Pero si Vigalondo ya ha contado con ella para su último corto y su primera película!
Si, es lo que se diría la musa vigalondiana. Y eso es estupendo.
Barrrrbara... Que bien le pusieron el nombre... Pedazo de actriz. ¡Que ganas de que estrene las 4 pelis ya por dios!
qué lástima que no te gustara vientos de agua. a mi tampoco me gusta campanella, pero esa serie..
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