Zinemaldia 2005 II
Para empezar mi crónica festivalera reconoceré que este año los recursos económicos disponibles no daban para pagar una estancia decente durante todo el festival -atención al precio de las pensiones en Donosti-, por lo que a la hora de reservar el alojamiento, mucho antes de que los tardones de los organizadores hicieran públicos los horarios, se tuvo que hacer una apuesta definitiva: ir los primeros días o los últimos. Como consecuencia de esta decisión no pude disfrutar de prácticamente mi película más esperada del festival, A Cock and Bull Story, del grandísimo Michael Winterbottom, que era presentada en la cita anual del director británico con el festival donostiarra.
Dejando aparte la final ausencia retinal de este título y de lo nuevo y esperadísimo de Ferrara, el ambiente la noche que llegamos al Kursaal era prácticamente desolador. La mediocridad y el sopor campaban a sus anchas por la Sección Oficial, minando la voluntad de más de uno, y la de los que acabábamos de llegar, ante el negro panorama que se nos presentaba. Lo mejor, Winterbottom y Ferrara, el resto más que prescindible.
Pero tranquilos, que la mierda no se había acabado con la llegada de vuestro idolatrado blogger. Aún quedaban muchas bazofias autorales que tendría el dudoso privilegio de degustar mientras me retorcía de dolor en las butacas del Kursaal 1, principalmente -es que la SO a las 12.00 me mataba cosa mala, oiga-.
La vergonzosa representación francesa a competición oficial estaba compuesta por dos películas a priori interesantes, Je ne suis pas là pour être aimé y Entre ses mains -él último trabajo de Anne Fontaine, directora que siempre será recordada por los fans de la diosa del cine francés, Emmanuelle Béart-. Sin embargo, ambas son una muestra palpable de la existencia de cierto tipo de cine francés que puede compararse sin ningún problema en términos de calidad con las producciones más rutinarias de nuestra llorona industria nacional o la sosería media hollywoodiense, cada una en su estilo. Convencionales, planas, manidas, tediosas hasta el límite de lo aguantable; en definitiva, nulos intentos de abordar el mundo de las relaciones amorosas desde ópticas poco transitadas (já!), la sugerencia y sensualidad del tango una y la intriga criminal la otra.
Otra de las peores películas que se pudieron ver fue la eslovena Odgrobadogroba (Gravehopping), que, para mi desgracia, estuvo durante un tiempo entre las más nombradas por la crítica de cara al palmarés final. Una historia que bascula entre la comedia más tonta e intrascendente y el exagerado drama trágico de forma totalmente torpe y carente de ritmo.
Por último, no puedo dejar de mencionar al crack Simon Staho, que ha vuelto a cubrirse de gloria tras su truño del año pasado. Nunca la pretenciosidad había sido tan risible como en los trabajos de este danés que, si en su anterior película -Dag och natt, que ya tuve que sufrir en este mismo certamen- se inmolaba en el estatismo kiarostámico, ahora, sin abandonar ciertos ticks (eufemismo) de dicho trabajo, opta por la esquizofrenia plástica y vergonzosos intentos que pretenden acercase a Ulrich Seidl y Godard y resultan del todo aberrantes. Atentos a este enfant-terrible wannabe, pues el día menos pensado caerá simpático al crítico cool de turno y ya tenemos director europeo underground de culto para los restos. Para que quede claro: su película, Bang Bang Orangutan, es un engendro cinematográfico que solamente debería ser apto para masoquistas audiovisuales.
Esto fue lo más destacable de la basura, otros títulos resultaron tan simples y anodinos que ni siquiera merecen espacio. Por ejemplo, la película surcoreana de este año, Sa-Kwa, ya mil veces vista. Al menos podían traer las verdaderamente buenas dentro del mercado oriental y no la selección descafeinada de cada año.
He optado por librarme de este lastre para ya otro día empezar con las pelis maomenos buenas, que ha habido muchas y de varios niveles.
Dejando aparte la final ausencia retinal de este título y de lo nuevo y esperadísimo de Ferrara, el ambiente la noche que llegamos al Kursaal era prácticamente desolador. La mediocridad y el sopor campaban a sus anchas por la Sección Oficial, minando la voluntad de más de uno, y la de los que acabábamos de llegar, ante el negro panorama que se nos presentaba. Lo mejor, Winterbottom y Ferrara, el resto más que prescindible.
Pero tranquilos, que la mierda no se había acabado con la llegada de vuestro idolatrado blogger. Aún quedaban muchas bazofias autorales que tendría el dudoso privilegio de degustar mientras me retorcía de dolor en las butacas del Kursaal 1, principalmente -es que la SO a las 12.00 me mataba cosa mala, oiga-.
La vergonzosa representación francesa a competición oficial estaba compuesta por dos películas a priori interesantes, Je ne suis pas là pour être aimé y Entre ses mains -él último trabajo de Anne Fontaine, directora que siempre será recordada por los fans de la diosa del cine francés, Emmanuelle Béart-. Sin embargo, ambas son una muestra palpable de la existencia de cierto tipo de cine francés que puede compararse sin ningún problema en términos de calidad con las producciones más rutinarias de nuestra llorona industria nacional o la sosería media hollywoodiense, cada una en su estilo. Convencionales, planas, manidas, tediosas hasta el límite de lo aguantable; en definitiva, nulos intentos de abordar el mundo de las relaciones amorosas desde ópticas poco transitadas (já!), la sugerencia y sensualidad del tango una y la intriga criminal la otra.
Otra de las peores películas que se pudieron ver fue la eslovena Odgrobadogroba (Gravehopping), que, para mi desgracia, estuvo durante un tiempo entre las más nombradas por la crítica de cara al palmarés final. Una historia que bascula entre la comedia más tonta e intrascendente y el exagerado drama trágico de forma totalmente torpe y carente de ritmo.
Por último, no puedo dejar de mencionar al crack Simon Staho, que ha vuelto a cubrirse de gloria tras su truño del año pasado. Nunca la pretenciosidad había sido tan risible como en los trabajos de este danés que, si en su anterior película -Dag och natt, que ya tuve que sufrir en este mismo certamen- se inmolaba en el estatismo kiarostámico, ahora, sin abandonar ciertos ticks (eufemismo) de dicho trabajo, opta por la esquizofrenia plástica y vergonzosos intentos que pretenden acercase a Ulrich Seidl y Godard y resultan del todo aberrantes. Atentos a este enfant-terrible wannabe, pues el día menos pensado caerá simpático al crítico cool de turno y ya tenemos director europeo underground de culto para los restos. Para que quede claro: su película, Bang Bang Orangutan, es un engendro cinematográfico que solamente debería ser apto para masoquistas audiovisuales.
Esto fue lo más destacable de la basura, otros títulos resultaron tan simples y anodinos que ni siquiera merecen espacio. Por ejemplo, la película surcoreana de este año, Sa-Kwa, ya mil veces vista. Al menos podían traer las verdaderamente buenas dentro del mercado oriental y no la selección descafeinada de cada año.
He optado por librarme de este lastre para ya otro día empezar con las pelis maomenos buenas, que ha habido muchas y de varios niveles.
5 Comments:
Pues lo mejor de todo es que todas las películas que has puesto ahí (a excepcion de la de bang, bang [zzz]) NO son para nada lo peor del festival.
:P
Pues no estaría nada mal ver a los Teenage FanClub... aunque quién sabe qué estaré haciendo en noviembre. ¿Va a venir usted a la capital por esas fechas?
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