2 JLGs
Quienes me conocen saben que para mí ver una película de Godard tiene mucho de experiencia mística rayana en el orgasmo intelectual. Pues bien, esta semana he tenido la oportunidad de una doble epifanía viendo por primera vez dos de sus obras que aún no conocía. Así que imagínense lo que me puede importar en estos momentos los cuatro millones de firmas de simios para la defensa de sus derechos que se llevaron ayer al Congreso (o algo así creo que era).
La primera fue La chinoise, la película que en 1967 inauguraba la etapa más política del cine de Godard y se convertía en un claro referente de las movilizaciones de mayo del año siguiente. Se trata de una obra totalmente deudora de su tiempo y contexto político: la movilización de la juventud comunista francesa, la guerra de Vietnam, el estancamiento soviético y el surgimiento de la revolución cultural china. Godard sigue fiel a su estilo visual pero comienza a introducir el primitivismo formal que caracterizará su etapa en el Grupo Dziga Vertov. Aunque se puede pensar en el film como un manifiesto político, lo cierto es que resulta una durísima crítica contra la juventud intelectual acomodada que protagonizaría el intento de revolución en mayo: forman parte de un teatro y representan el papel que les toca en ese momento; una vez terminada la función –o, más concretamente, el acto– todo queda olvidado mientras los protagonistas vuelven al mundo real. Un final desconcertante y demoledor que encierra un aspecto de la revolución y el activismo político sobre el que también deja caer su ironía este año la estupenda Les amants réguliers de Philippe Garrel.
Y, pegando un salto de 13 años, llego a Sauve qui peut (la vie) de 1980, la entrada del director en su controvertida producción de la década de los 80, una vez dejados atrás los trabajos con Jean-Pierre Gorin como el Grupo Dziga Vertov. El caso es que como parte del homenaje que se está haciendo a la grandísima y pelirroja Isabelle Huppert en Madrid, la filmoteca ha programado un ciclo con sus películas y ésta fue su primera colaboración con Godard. Sauve qui peut (la vie) es la enésima demostración del genial director de su pasión por el cine y la experimentación audiovisual mientras también habla un poco de prostitución y excéntricas conductas sexuales.
Son varios los puntos de encuentro que hay entre estas dos tan separadas por el tiempo muestras de la que quizás sea la filmografía más Importante con mayúsculas de la historia del cine. La chinoise es el nombre con el que se conoce en realidad Un film en train de se faire, "una película haciéndose". La inmediatez del cine de Godard siempre ha sido un valor muy a tener en cuenta, así como sus contínuos juegos con la dilatación/reducción del tiempo, pero en esta película, aparte de aparecer él mismo en una ocasión grabando a los actores, incide más aún en su voluntad de demostrar el artificio de lo audiovisual incluyendo imágenes de lo que podríamos llamar el making-off en la propia estructura de la película. Digamos que, como la revolución, el cine –el arte– también es fruto de un proceso que se extiende en el tiempo, ¿por qué no debería el producto final evidenciar ese camino? Sauve qui peut (la vie) también tiene mucho de experimentación sobre el material ya filmado. Además de los típicos juegos de Godard con la superposición de sonidos, desincronía en los cortes entre planos y demás, experimenta con algunos tics incorporados del vídeo –en un momento se puede leer: "Caín y Abel: Vídeo y Cinematógrafo"– como la congelación de planos –que en movimiento crean la ilusión de cámara lenta a saltos y pueden proporcionar bellas instantáneas azarosas– y la superposición de encadenados. Prácticamente el mejor momento del film llega al final cuando el artificio sonoro que venimos escuchando desde el principio en forma de la música de Gabriel Yared explota del todo y la película termina de la forma más ruda y cortante.
Como suele ser habitual, el trabajo de los actores es puramente godardiano, sin que sea del todo posible llegar a entender lo que esto significa. Se trata de la mezcla entre una innegable naturalidad y la convicción de que no pueden ser del todo conscientes de su cometido. En un cine de tantas capas y discursos como el de Godard lo fácil sería afirmar que los actores son meros instrumentos a su servicio, pero esto resulta insostenible cuando vemos el mimo y dedicación plástica con el que son tratados por la cámara, cuando no de una forma mucho más moral –por ejemplo, se dice que Godard no filmaba a Karina en Vivre sa vie, la acariciaba–. En La chinoise destacan, como nó, el imparable Jean-Pierre Léaud y Anne Wiazemsky y en Sauve qui peut (la vie) tanto Isabelle Huppert como Nathalie Baye realizan un gran trabajo.
Para terminar, una de esas secuencias-joya de las que tanto abundan en el cine de Godard. En este caso, de La chinoise. (Lógicamente, debería ser escuchada en v.o. en francés para entender plenamente su sentido rítmico, armonioso y sonoro, pero sirve para hacerse una idea).
– Querría ser ciego.
– ¿Por qué?
– Nos escucharíamos en serio.
– ¿Sí?
– No olvides que en 2000 años las palabras cambiaron de sentido.
– ¿Y qué?
– Nos hablaríamos en serio. Serían los sentidos que cambiarían de palabras.
– Ah, sí, ya veo. Como si las palabras fueran sonidos y materia.
Para terminar, una de esas secuencias-joya de las que tanto abundan en el cine de Godard. En este caso, de La chinoise. (Lógicamente, debería ser escuchada en v.o. en francés para entender plenamente su sentido rítmico, armonioso y sonoro, pero sirve para hacerse una idea).
– Querría ser ciego.
– ¿Por qué?
– Nos escucharíamos en serio.
– ¿Sí?
– No olvides que en 2000 años las palabras cambiaron de sentido.
– ¿Y qué?
– Nos hablaríamos en serio. Serían los sentidos que cambiarían de palabras.
– Ah, sí, ya veo. Como si las palabras fueran sonidos y materia.
En la orilla del río · Verde y azul · Ternura · Algo de desesperación · Pasado mañana · Oh, quizá · Teoría de la literatura · Un film de Nicholas... Ray · Los... procesos... de... Moscú · Petirrojo · Rock... and roll · Etcétera · Etcétera · Etcétera · Te amo, ¿sabes?
3 Comments:
Godard es un dios. Y como buen Dios que es y ejerce, nos regala piezas sacras y ejemplares que bien merecerían un templo.
Esas dos películas que ha puesto usted, señor, como ejemplo, son sólo algunas. No las mayores. Sí de las grandes.
Y es que mira que es enorme Godard...
De Godard he visto lo básico cinéfilo (Al final de la escapada ; Lemy contra Alphaville) y la verdad es que me gustaron "mucho mucho"; aún así por lo que me dicen / leo y demás el tipo es un lector de Foucault que no duda en plasmarlo en toda su filmografía.
PD: Wes Anderson un truffautiano nato ; ¿ o es que acaso Rushmore no deja de ser unos 400 Golpes por otros medios?
¡Un saludo!
Gracias Told, estaba buscando algún comentario previo a La vie, que hoy proyectan en la Filmoteca de Córdoba y me he topado con el tuyo.
Ahora a zambullirme
Publicar un comentario
<< Home